Comienza Luis Torres de la Osa su Nocturno de tenis recordando un partido de la primera ronda del Open de Estados Unidos del año 1991. Lo jugaron Jimmy Connors y Patrick McEnroe, hermano del díscolo y genial John, archienemigo tenístico del primero. Cuatro veces campeón del abierto norteamericano, Connors tenía entonces 39 años y su clasificación en el ranking se había hundido hasta el puesto 174, pero al igual que Rafael Nadal en Roland Garros en este 2024 aspiraba a renacer en «su» competición.
El encuentro se jugaba en horario nocturno y a las 23.30 horas, Connors iba perdiendo 6-4, 7-6 y 3-0. Entonces, cuenta Torres, tras un intrascendente error arbitral que perjudicó al viejo ídolo, éste aprovechó la ocasión para que el público empezara a jalearle y animarle. Al final logró darle la vuelta al partido y ganó los tres últimos sets.
El gran Jimbo terminó cayendo en semifinales ante Jim Courier, pero, para el autor, fue un ejemplo que la muerte de un gran deportista no era del todo inevitable.
Torres habla de tenis desde su experiencia como jugador en sus tiempos de adolescente. Su mayor triunfo se produjo en 1991 cuando ganó el Campeonato de la Comunidad Valenciana en categoría alevín en una final en la que se enfrentó a Juan Carlos Ferrero, que una decena de años más tarde se convirtió en número uno del mundo y actualmente es el entrenador de Carlos Alcaraz.
Sus recuerdos infantiles como promesa llenan buena parte de Nocturno de tenis que se complementa con algunas reflexiones filosóficas sobre el deporte de la raqueta, que en ocasiones compara al ajedrez y la música, y con curiosidades sobre la historia del tenis.
Escrito de forma fragmentaria, se detiene también en comentarios sobre «Teoría de cuerdas», de David Foster Wallace; «Niveles del juego», de John McPhee y «Open», la biografía de André Agassi escrita por J. R. Moehringer, considerados tres grandes libros sobre tenis (a los que yo, muy personalmente, añadiría un cuarto). No faltan referencias a Vladimir Nabokov, gran aficionado al juego del que dio clases durante un tiempo, quien en algunas páginas de su «Lolita», describe a su protagonista adolescente moviéndose sensualmente con su raqueta por la pista.
La aportación principal de Torres de la Osa son sus memorias y la melancolía por la decisión de retirarse de la competición cuando tenía quince años tras una mala racha de derrotas consecutivas durante una gira de varias semanas. Nos habla de algunas pillerías propias de la juventud y evoca la misteriosa atracción que ejercían las chicas con la que se cruzaba en los clubs de tenis.
En su relato memorialístico cita a quienes fueron como él grandes promesas que se quedaron por el camino, la gran mayoría con la excepción de Ferrero. Y los que lograron entrar en el circuito profesional se encontraron con «una máquina trituradora de carne». Ese es uno de los temas sobre los que se reflexiona, como la vida se come los sueños.
«Nos cruzamos constantemente -escribe- con campeones del Mundo, con promesas frustradas: en el cine, en la oficina, en los bares. Siento un cariño inmenso por ese extraordinario ejército de fantasmas».
Ya lejos de los torneos que ocuparon sus años infantiles, a Torres no le ha ido mal. Estudió Ingeniería y actualmente ejerce la profesión que le llevó a vivir un tiempo en América del Norte. Escribió su nocturno en vísperas del nacimiento de su primer hijo. Quizás sus grandes esperanzas tenísticas se rompieron en pedazos, pero de esos pedazos ha salido un gran libro.
Nocturno de tenis
Luis Torres de la Osa
Libros del K.O.
343 páginas