Un tema que preocupa y sobre el que hay escasas evidencias es el de la repercusión de los tatuajes en la salud. Un hábito, el de tatuarse, que con una prevalencia superior al 20 por ciento en Europa, llegando en Estados Unidos al 30 por ciento, se empieza cada vez a edades más tempranas lo que expone a la tinta de los mismos para casi toda la vida.
De la acción de los tatuajes en el cuerpo sabemos de sus efectos inmediato en la piel en forma de infecciones, granulomas e inflamaciones, alergias... Sin embargo, se desconoce el efecto de los pigmentos utilizados y mantenidos ille tempore debajo de la piel. Si podían tener o producir efectos más graves a nivel epidérmico o a nivel general, en todo el organismo.
El miedo es que pudieran producir cáncer. Y es que existen sustancias químicas en la tinta para tatuarse que están clasificadas como cancerígenas por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer.
Se sabe que partículas de estos pigmentos podían viajar por los vasos sanguíneos subdérmicos hasta los ganglios linfáticos coloreandolos, lo que puede producir problemas a la hora de interpretar muestras anatomopatológicas de pacientes a los que se les había extraído para su análisis en ciertas enfermedades. Y al ser insolubles y acumularse con el tiempo, tal vez tuvieran alguna repercusión en el resto de los tejidos del cuerpo.
Hace ya años («Es Diari» 26-12-2017) comentamos un artículo de Schreiver I et al. (Sci Rep. 2017 Sep) que mostraba que los pigmentos derivados de óxidos de metales o sustancias poliaromáticas que se quedaban debajo de la piel se movían a los ganglios linfáticos y con ello se aumentaban los niveles de ciertos metales pesados en ellos, como, el cromo, el níquel, el aluminio, el manganeso, el cobalto, titanio...; entonces se especuló que este acúmulo de metales y los derivados de carbón negro (policíclicos aromáticos) que son carcinógenos (posibilidad de producir cáncer) y del óxido de titanio (pigmento blanco) pudieran producir con el tiempo problemas en los tejidos en forma de neoplasias. Ha pasado el tiempo, en concreto siete años, con escasas noticias.
Dicho escrito supuso un éxito en mi blog personal, tuvo miles de entradas; lo que demostró el interés que se tenía por este tema. Una alarma que daba la sensación que con el tiempo se resolvería con los resultados de estudios clínicos, de cohortes o algún tipo de ensayo clínico que diera contestación a dichas hipótesis. Sin embargo, las evidencias hasta el momento que avalaran dichas sospechas han sido escasas, probablemente por estudios en marcha no finalizados.
El acúmulo de los pigmentos en los ganglios hizo sospechar que pudieran incrementar el riesgo de padecer cánceres en los mismos, tipo linfomas malignos. Sin embargo, un estudio de Warner F.M. et al. (Cancer Epidemiol Biomarkers Prev. 2020) recientemente en Canadá no pudo demostrarlo, dado el pequeño número de participantes tatuados y el escaso tiempo evaluado.
Sin embargo, hoy traemos aquí otro estudio, este publicado hace pocos días, un estudio caso-control sueco de Christel Nielsen et al (Open Access, May 21, 2024), que investigo las relaciones exposición-respuesta y el efecto de la duración de la exposición a los tatuajes en individuos con linfoma maligno incidente (de 20 a 60 años) del Registro Nacional de Cáncer de Suecia entre 2007 y 2017 (n = 11.905). En este se tuvo en cuenta el tiempo entre el primer tatuaje y el año índice.
Demostraron en este estudio que los tatuajes aumentan el riesgo de linfoma maligno en aproximadamente un 21 por ciento en comparación con aquellos sin tatuajes. No es un dato muy espectacular pero deja claro que no son inocuos, y que algún riesgo para la salud tienen, algo a tener en cuenta.
Se trata del primer gran estudio de este tipo que llega a demostrar dichos efectos, en espera de nuevas evidencias.