«Cuarenta años no es nada» como dice la canción, para mí es toda una vida, laboral, familiar..., en mi caso toda mi vida en este pueblo, Es Castell.
Cuando llegué se me advirtió: «Cuidado con los de Jabalquinto» (varios cientos de vecinos de Jaén, venidos en los 70). Y pensé, serán como yo, con madre y abuelo andaluz. Y así fue, incluso más amables, alegres y cercanos que nosotros mismos. «Sa tia Joanita que, tindria cent cinquanta anys ara, m'explicava, que en primer ets mahonesos tenien por d'anar as Castell ja que es eivissencs tenien fama de barallar-se molt». Pasó el tiempo y ya no existe distinción de origen. Esto indica cómo son las personas de este pueblo, un pueblo simpático de origen diverso, de acogida, integrador... en donde no existen diferencias según procedencia, pero que en donde aún el tiempo transcurrido, es posible observar como familias hablan menorquín con un cierto acento ibicenco y otras en un castellano herencia de sus antepasados.
En este tiempo muchas personas han marcado mi vida y a ellos agradezco toda la felicidad que me han dado en estos años que espero haberles sido útil.
Llegué el 1984, llevo cuarenta años y felizmente casado, pero doblemente; con mi mujer, Carmen, la mujer de mi vida, y ahora me doy cuenta, la mejor enfermera del mundo; y con este pueblo, en el que tuve dos hijos y aquí los criamos, y me he desarrollado profesionalmente, algo que me ha llenando de satisfacción.
Y salgo en otra, sanitariamente hablando, distinta, por el cambio generado en nuestro país. Y como buen ejemplo nuestro municipio.
Empecé con la enfermera Mari Gracia Pérez Martos, codo con codo, solos y una población de más 5.000 habitantes, abriendo la consulta de lunes a sábado toda la mañana hasta las 17.00 h (infinidad de visitas, cientos de recetas diariamente, mecánicamente y sin ayuda) con una visita domiciliaria no inferior a 10 por día, llegando a 25-50 en las epidemias respiratorias (de gripe, varicela, sarampión -1986-...) visitando a toda la familia desde recién nacidos (más de 25 nacimientos al año) hasta pacientes terminales; años duros pero que nos dieron grandes satisfacciones personales. Y es que en las épocas duras solo existen dos salidas, o te creces y te impones a la realidad o sucumbes, lo dejas. Y fue lo primero, crecimos en conocimientos y habilidades en la asistencia de la población en general, y de los dos grupos de personas más vulnerables que identifique aquel entonces; los lactantes por un lado y los pacientes con diabetes; de los que me hice «experto»; y en la gestión de consulta, aprendiendo de todo ello y estableciendo circuitos en la atención, visitas burocrática, clínicas y en vulnerables (diabetes los sábados, lactantes tardes).
La Ley General Sanidad (1986), y con ello la creación del Centro de Salud de Dalt Sant Joan años mas tarde en Mahón, nos cambió el funcionamiento y se abrió una nueva etapa sanitariamente hablando, inicialmente con la implicación del Ayuntamiento; y en la que nos encontramos ahora, solos dependientes del IB-Salut. Se creó una plaza de médico, la doctora María Alegre, y tras ella mi buen amigo el Dr. José Ramos, en paz descanse. Fue una época en la que la participación de personal del Ayuntamiento, personas tan conocidas del pueblo, como Tomasa, Arturo, Marcela..., y concejales de sanidad de los distintos consistorios muy implicados en el funcionamiento del mismo (Clemen, Antem, Juanjo,...), servicios sociales (Clara), que no solo ayudaron a mejorar el funcionamiento de la Unidad Sanitaria (UBS), sino cada vez a hacerla más accesible, más cercana y familiar a nuestro pueblo.
En mi caso particular, una época en la que se asistía tanto a un abuelo como a sus nietos en la misma consulta, un funcionamiento asistencial atendiendo a toda la familia que he mantenido hasta hace pocos años, lo que me ha permitido desarrollar mi vocación de médico de familia hasta casi el final y mantener mi fe en que la medicina de familia es posible.
La asignatura pendiente, mi deuda con el municipio, ha sido mi escasa implicación en la vida social del pueblo; sin embargo, el tiempo es limitado y dediqué el resto de mi tiempo, al margen de mi familia, a colaborar con aspectos relacionados con mi profesión, grupos de trabajo de sociedades científicas, etcétera, queriendo dejar un poco este cometido para después de la jubilación; pero que mi paso a la «cara oscura de la fuerza» (ya entienden) no me lo ha permitido.
Capítulo aparte y que me ha llenado de gran satisfacción ha sido mi implicación en la preparación de dieciséis especialistas en medicina familiar formados por mi en este centro; médicos que el 80% trabajan actualmente en la isla, y que son parte del 50% del personal médico del Centro de Salud de Verge del Toro y de esta UBS.
Y el hecho de formar parte esta UBS, primero, del Equipo de Atención Primaria (EAP) del CS Dalt Sant Joan, y desde hace algunos al de CS de Salud de Verge del Toro, y con ello mantener una relación continúa con los compañeros, el poder realizar sesiones clínicas etcétera.
Llegué en una época y me veo y en otra completamente distinta; inicialmente con un alcalde, el Sr. J. Peralta (1984), que no me permitió la toma de posesión de mi plaza y tuve que hacerlo con un notario (no era el médico en el que había pensado), y salgo con otro, con el que hubiera colaborado de buen gusto en el gobierno municipal, el Sr. José Luis Camps, pero que mi paso a la «cara oscura» me lo ha impedido. Entré como funcionario de carrera, como médico titular del municipio de Villacarlos y salgo como médico de familia convencido de haber sido parte de la historia sanitaria de este pueblo, de esta UBS de Es Castell, dejando detrás, una labor asistencial que incluye tres generaciones, que espero que les haya sido tan satisfactoria como a mí.
Por último, decir que las situaciones, las circunstancias ponen a prueba, distinguen al amigo, del compañero de trabajo, del paciente; y he tenido la suerte (o desgracia), de comprobar en mi actual situación, que solo tengo amigos entre unos y otros en la UBS y el CS de Salud de Verge del Toro.
Muchas gracias a todos y por todo. Os quiero.