Una nueva edición ilustrada de Los pazos de Ulloa, es una buena oportunidad para conocer (o releer) la estupenda novela de Emilia Pardo Bazán (La Coruña. 1851- Madrid, 1921). Con ella entramos en un salvaje y brutal paraje de la Galicia rural. Un lugar dominado por los caciques, los curas, las pasiones y la fuerza de la costumbre.
Allí llega Julián, un joven y apocado sacerdote que abandona su Santiago natal para ejercer de administrador y sacerdote en los decadentes Pazos de Ulloa. En la casa reina con autoridad tiránica el sobrevenido marqués don Pedro, con la ayuda del malicioso mayordomo Primitivo y de su descarada hija Sabel, de la que se vale el criado para controlar al marqués.
La lujuria y la deslealtad que campan a sus anchas en los Pazos de Ulloa escandalizarán al Julián que se propone devolver al lugar la vida noble y cristiana. Para ello convencerá a don Pedro que se case con una de sus primas.
A la trama de la novela se une la riqueza del lenguaje de la Pardo Bazán y sus interesantes observaciones naturalistas. Nos habla por ejemplo de una comida de veintiséis platos en la que «para llegar al número prefijado, 26 platos, no había recurrido la guisandera a los artificios con que la cocina francesa disfraza los manjares, bautizándolos con nombres nuevos o adornándolos con arambeles y engañifas. No señor: en aquellas regiones vírgenes no se conocía, loado sea Dios, ninguna salsa o pebre de origen gabacho y todo era neto, varonil y clásico como la olla.»
La política merece capítulo aparte como se pone de manifiesto en la cita que viene a continuación, un poco larga pero suculenta:
«Poco después sufrió una metamorfosis el vivir entumecido y soñoliento de los Pazos. Entro allí cierta hechicera más poderosa que la señora María la Sabia: la política, si tal nombre merece el enredijo de intrigas y miserias que en las aldeas lo recibe. Por todas partes cubre el manto de la política intereses egoístas y bastardos, apostasías y vilezas; pero al menos, en las capitales populosas, la superficie, el aspecto, y a veces los empeños de la lid, presentan carácter de grandiosidad. Ennoblece la lucha la magnitud del palenque: asciende a ambición la codicia, y el fin material se sacrifica, en ocasiones, al fin ideal de la victoria por la victoria. En el campo, ni aun por hipocresía o histrionismo se aparenta el menor propósito elevado y general. Las ideas no entran en juego, sino solamente las personas, y en el terreno más mezquino: rencores, odios, rencillas, lucro miserable, vanidad microbiológica. Un combate naval en una charca».
Los clásicos lo son porque tienen algo que decir a los lectores de otras épocas. Los pazos de Ulloa es, como se propuso su autora, un magnífico retrato de ambientes, pasiones y personajes.
Los pazos de Ulloa
Emilia Pardo Bazán
Ilustraciones Ilu Ros
Editorial Alma
288 páginas