Hay novelas que tienen un encanto especial y ni siquiera el más sesudo de los críticos sabe explicar la razón de ese poder de seducción. En general no tienen muchas páginas, solo las suficientes para contar una historia que atrapa a lectores de diferentes épocas y generaciones. Son obras como El baile, de Irene Nemirowski; El gran Meaulnes, de Alain-Fournier; El extranjero, de Albert Camus; La nieta del señor Linh, de Philippe Claudel; Desayuno con diamantes, de Truman Capote o El Gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald. Esta última cumple este año su centenario y por ello diversas editoriales han aprovechado para reeditarla.
Nórdica ha publicado una edición ilustrada de Gatsby, con dibujos de Ignasi Blanch, que es una magnifica invitación para entrar en el mundo de los llamados locos años veinte de los Estados Unidos, sus fiestas, el jazz y la alegría de vivir.
El escritor Rodrigo Fresán, que ha intentado analizar esta mágica novela en un librito titulado El pequeño Gatsby señala que si tuviéramos que resumir la trama en unas pocas palabras sería algo así como: «Ah, trata de un hombre obsesionado por una mujer a la que alguna vez amó cuando no era nadie y ama cada vez más ahora que quiere serlo todo; pero ella está casi casada y …»
Un resumen un poco más largo podría ser el que encontramos en la contraportada de la edición de Nórdica: «La historia se desarrolla en Nueva York y Long Island en los años veinte del pasado siglo y retrata de una manera brillante esos locos años de las fiestas, el jazz y el desenfreno previos a la Gran Depresión. Nick Carraway deja el Medio Oeste y llega a Nueva York en la primavera de 1922, una época de relajamiento moral y contrabando, en la que la bolsa sube como la espuma. Nick, que busca su propia versión del sueño americano, tiene como vecino a un misterioso millonario, Jay Gatsby, muy popular por sus impresionantes fiestas. Al otro lado de la bahía viven Daisy y su mujeriego marido, Tom Buchanan».
Creo que es muy difícil encontrar el secreto de porqué las grandes obras lo son. El escritor Juan Cárdenas señala en un pequeño ensayo titulado La ligereza que «Todo gran arte trae consigo la marca de la ligereza». Podría ser una explicación. Una segunda razón sería que el misterioso personaje de Jay Gatsby se acerca al de los superhéroes y su superpoder es el de organizar las fiestas más opulentas y extravagantes, abiertas además a todo el mundo.
Un tercer elemento que hace especial a la novela es el uso del narrador pasivo. Nick Carraway, graduado en Yale y veterano de la Primera Guerra Mundial, apenas habla de si mismo y da todo el protagonismo de la historia a Gatsby, su vecino. El arranque de la novela ya da el tono de su actitud:
«Cuando yo era más joven y más vulnerable, mi padre me dio un consejo que he tenido en cuenta desde entonces.
‘Cada vez que sientas deseos de criticar a alguien —me dijo—, recuerda que no todas las personas de este mundo han tenido los mismos privilegios que tú.’"
Cuando se publicó en abril de 1925, la novela no tuvo demasiado éxito comercial, pero si buenas críticas. Poco a poco fue haciéndose popular hasta convertirse en un clásico contemporáneo del que se han hecho seis versiones cinematográficas, dos de ellas protagonizadas por Robert Redford y Leonardo DiCaprio.
Hoy Gatsby ya es un personaje inmortal.
El Gran Gatsby
Francis Scott Fitzgerld
Traducción de José Manuel Álvarez
Ilustraciones de Ignasi Blanch
Ediciones Nórdica
208 páginas