Quería hablar no del mar, sino de Marina Abramovic, que es una artista de primera categoría a nivel mundial y de la cual se puede ver una serie de obras suyas en la Capella de Gràcia de Alaior. Yo diría que esos retratos tallados en alabastro de Marina Abramovic son lo más interesante en arte contemporáneo que se puede ver hoy en Menorca.
Marina Abramovic (Belgrado, 1946) es una artista que se ha dedicado toda su vida a la performance. La performance -así, sin traducción posible aceptada- es una práctica artística que surge en los años 70 y consiste en una acción donde el cuerpo del artista es su material de trabajo; es un arte presencial, próximo al espectador, como una representación teatral fuera de los espacios escénicos, que se realiza en galerías y museos de arte, en la naturaleza o en entornos urbanos. Al ser un arte efímero se conservan estas performances en fotografías y videos, principalmente.
Las performances de Marina han sido siempre extremas, a menudo poniendo en riesgo su propia salud y casi su vida. Son famosas sus performances envolviéndose en fuego hasta perder el conocimiento; o exponer su cuerpo pasivo al uso que quisieran hacer los espectadores a los que se les ofrecían herramientas y hasta armas. Con su pareja, el alemán Ulay, respiraban uno el aliento del otro hasta desmayarse por el consumo de CO2, o abofetearse hasta la extenuación y cosas así, siempre buscando el límite de resistencia humana.
En realidad, hay quien defiende que la Gran Guerra acabó con la ética de la cultura occidental. Ahí surgió el Movimiento Dadá, afirmando que en ese contexto bélico era indecente hacer arte. Ya nada podía ser como antes, la búsqueda de la belleza era una banalidad, un absurdo, y se impuso un nuevo valor en el arte: la provocación.
Desde esos principios del siglo XX se normalizó que el arte de vanguardia debía ser novedoso y provocador. Y tanto el arte académico como el paisajismo impresionista o la figuración de caballete quedaban relegados a las galerías comerciales; mientras, ismos y algunas propuestas absurdas eran encumbradas como "Arte Contemporáneo". Bobadas, eso sí, que cumplen los requisitos de novedad (nadie lo había hecho antes) y de provocación (nadie se había atrevido a ello). Sin embargo, también hay artistas y obras que están marcando el devenir del arte de nuestro tiempo. Entre ellas, Marina Abramovic.
Marina Abramovic, tras sus estudios en Bellas Artes, pronto se interesa por las vanguardias artísticas que lideraba el alemán Joseph Beuys que proponía otros formatos de expresión en el arte, con manifestaciones y acciones efímeras para dar valor a la espontaneidad y la relación directa e intensa con el espectador; un arte que conmueva, que provoque, libre, sin prejuicios ni concesiones estéticas. Y Marina consiguió con sus performances ser la artista más destacada en esos parámetros. Durante una docena de años trabajó con su pareja, Ulay, en las acciones más extremas. Hasta que en 1988, para poner fin a su relación, decidieron recorrer la Gran Muralla China, cada uno empezando por un extremo, y que cuando se encontraran se despedirían para siempre. Así lo hicieron. Hasta que 22 años más tarde, en 2010, estaba Marina haciendo en el MoMA de Nueva York la exposición antológica "La artista está presente", donde ella permanecía sentada en una silla desde que se abría el museo hasta que cerraba, ofreciéndose impasible a mirarse a los ojos con los espectadores que se sentaban en una silla frente a ella. Fueron más de 750 horas. Y, al final, apareció Ulay y se sentó frente a ella, los dos ya mayores, y justo se tocaron un momento con las manos, emocionados, mientras a ella le corría una lágrima por la mejilla. Y se fue (bueno, se fue a ponerle una demanda por utilizar las piezas que crearon juntos sin pagarle un céntimo…).
El problema con la mayoría de las performances es que, lo que nos llega, son unas fotos con una explicación o un video. La experiencia presencial de la acción es una cosa, pero el rastro que deja en videos o en papel es cutre, pobre, insuficiente.
Por eso precisamente son espectaculares y extraordinarias las obras en alabastro que se presentan en la Capella de Gràcia de Alaior. Se trata de cinco rostros de Marina en huecograbado realizado con tecnología 3D y retroiluminados, aprovechando la transparencia de esta piedra. Cinco rostros fantasmales que expresan dolor, odio, angustia, miedo, sufrimiento con una presencia hipnótica. Ella es una experta en sentir y superar el sufrimiento y el horror, por eso, verlos reflejados en piedra los conviverte en sublimes. Y, cuando te mueves alrededor de ellos los rasgos se desdibujan, se vuelven como un laberinto, como un mapa topográfico de valles y de montañas, de precipicios, pinchos y texturas minerales; desaparece la representación figurativa, pero se mantiene la expresión física, tangible, de la piedra tallada e inundada de luz. Un prodigio. El título "Cinco etapas de la Danza Maya" hacen referencia a unos rituales indios ancestrales que llevan al trance a través de la tensión y del agotamiento. Ella, Marina, se ofrece para alcanzar estos estados catárticos y compartirlos a través del arte. Ella expresa en su rostro esos estados de trance.
De la tecnología punta para realizar las piezas en alabastro se ocupa Factum Art, una empresa madrileña dirigida por Adam Lowe. Son piezas casi únicas, extraordinarias y que se ofrecen al visitante en un espacio muy especial, religioso, cargado también de espiritualidad: la Capella de Gràcia de estilo neogótico.
Cada año Isabelle Leurent, la coleccionista propietaria de las obras, ofrece un montaje diferente en este espacio. Siempre con la presencia de los rostros expresivos de Marina, que nos miran fijo desde el ábside de la Capella, siempre aportando un diálogo con el espacio y las obras de Abramovic. Isabelle se esfuerza en encontrar artistas locales o extranjeros que creen un nuevo sentido al espacio y a las obras de Abramovic. Porque en este juego de encontrar relaciones y diálogos artísticos funciona el arte contemporáneo.
Son memorables las instalaciones realizadas con las telas doradas, como sudarios, de Lucía Vallejo, que nos hablan de las almas por las ausencias de los cuerpos.
También fueron muy especiales las obras, realizadas a propósito para este espacio, por Mario Antón, donde crea un halo de rayos dorados alrededor de la pintura de una manzana, como símbolo cristiano del pecado y la seducción, pero también de la virtud vencedora, con un juego de luces que refuerza el sentido místico y barroco.
Y Nuria Román, en sintonía con los rostros de Marina expresando dolor, como si fueran plañideras, montó un duelo de cuerpo presente por su Aguja de la Giganta, después de haber sufrido vejaciones y atentados.
Este año el encargado de dialogar con la Capella y la obra de Abramovic es un artista ucraniano, de nombre Aljoscha, que realiza obras que él denomina "Bioismos", pues tienen la apariencia de algo vivo, orgánico y etéreo que flota suspendido en el aire. Como un espíritu que queda flotando, como elevándose hacia aquel techo altísimo y oscuro. Es como una ausencia, una fuga. De nuevo una reflexión sobre la vida y la vida más allá de la vida. Una experiencia mística, quizás esperanzada. Muy oportuna viniendo, además, de un artista ucraniano, para estos tiempos donde el interés económico y político pisotea los valores humanos de su patria. Y que Marina contempla desde el dolor y el horror.
Una propuesta estética de Isabelle Leurent de toneladas de calidad artística, emotiva y vivencial. Todo esto aquí, en Alaior, próximo y accesible. Imprescindible. Gracias.