Música acuática es una de esas novelas que sorprenden no solo por su trama, sino por el torrente de energía verbal con el que está escrita. T. C. Boyle, con su característico humor irreverente y su dominio del ritmo narrativo, nos sumerge en una historia que combina aventura, sátira social y un retrato feroz de la ambición humana. Publicada, por primera vez en 2016, la editorial Impedimenta ha incluido muy acertadamente este título en la colección Los Aerolitos que recupera algunos de sus tesoros literarios.
El libro entrelaza dos líneas narrativas que aparentemente difícilmente pueden converger: la vida del explorador escocés Mungo Park, obsesionado con descubrir el curso del río Níger a finales del siglo XVIII, y la del joven Ned Rise, un carterista y estafador del Londres industrial que busca redimirse entre el barro, el humo y la miseria. Boyle hace que ambos mundos —el de la exploración colonial y el de la revolución industrial— se reflejen mutuamente, mostrando que el progreso y la codicia a menudo beben de la misma fuente.
Lo que distingue a Música acuática es su prosa vibrante: una escritura exuberante, cargada de ironía, lirismo y una energía casi musical que hace honor al título. Cada página parece moverse al compás de un río narrativo que arrastra al lector entre paisajes africanos, callejones londinenses y dilemas morales universales.
Ya en el primer párrafo, Boyle da el tono de lo que seguirá y nos invita a disfrutar su prosa juguetona, excelentemente traducida por Manuel Pereira: «Mientras la mayoría de los jóvenes escoceses de su edad araban y sembraban con las faldas remangadas, Mungo Park enseñaba las nalgas a al-Haj’Alí Ibn Fatoudi, emir de Ludamar. Corría el año 1795. Jorge III embadurnaba los muros del castillo de Windsor con sus salivazos, los notables perpetraban chapuzas en Francia, Goya se había quedado sordo, De Quincey era un jovencito depravado. Georges Bryan Beau Brummell alisaba su primer cuello almidonado, el ceñudo Ludwig van Beethoven, a los veinticuatro años, cautivaba a todos en Viena con su Concierto para piano n.º 2, y Ned Rise estaba en la taberna Pig & Pox, en Maiden Lane, bebiendo esa ginebra que algunos llaman «Desnúdame», en compañía de Nan Punt y Sally Sebum.»
Más allá de su exuberancia estilística, la novela plantea preguntas profundas sobre la naturaleza del descubrimiento, el poder y la compasión. Boyle logra que tanto el héroe idealista como el pícaro urbano resulten humanos, falibles y, en última instancia, conmovedores.
Música acuática es una obra intensa y brillante, una sinfonía literaria en la que el humor y la tragedia coexisten con naturalidad. Es un viaje que demuestra que la verdadera exploración no ocurre en los mapas, sino en las profundidades del alma.
Música acuática
T.C. Boyle
Traducción de Manuel Pereira
Editorial Impedimenta
646 páginas
... el alma es la mente...