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Cómo nos convencemos de tener siempre la razón

«Se han cometido errores, pero yo no fui», de Carol Tavris y Elliot Aronson

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¿Alguna vez te has sorprendido justificando una decisión absurda solo para no reconocer que te equivocaste?

Si la respuesta es sí, no te preocupes: no estás solo. Según los psicólogos sociales Carol Tavris y Elliot Aronson, todos somos expertos en un arte muy humano: eludir la responsabilidad de nuestros errores.

Su libro Se han cometido errores, pero yo no fui explora con lucidez el fenómeno de la disonancia cognitiva, ese mecanismo mental que nos lleva a esquivar la información que contradice nuestras creencias y a reforzar, contra toda evidencia, aquello que ya pensamos.

«Como seres humanos imperfectos, todos compartimos el impulso de justificarnos y evitar asumir la responsabilidad de acciones dañinas, inmorales o estúpidas», escriben los autores.

Y añaden algo aún más inquietante: cuando alguien se enfrenta a la prueba irrefutable de que está equivocado, no suele cambiar de opinión, sino que se aferra con más fuerza a su error.

A lo largo del libro, Tavris y Aronson desfilan ejemplos tan variados como reveladores: policías, jueces, médicos, periodistas o políticos atrapados en su propia red de justificaciones. El caso de la introducción de las pruebas de ADN en el sistema judicial estadounidense es paradigmático: incluso después de demostrarse la inocencia de personas condenadas injustamente, muchos agentes y fiscales continuaron convencidos de que los verdaderos culpables eran, en realidad, esas mismas víctimas del error judicial.

Una de las causas de estas distorsiones, explican los autores, es la llamada Técnica Reid, un protocolo de interrogatorio policial que favorece la obtención de confesiones falsas. Quienes hayan leído «Creedme», de T. Christian Miller y Ken Armstrong, reconocerán el daño que este método ha causado en las investigaciones de agresiones sexuales.

Tavris y Aronson sitúan el origen de este autoengaño en un mecanismo adaptativo: necesitamos creer que actuamos correctamente para no poner en riesgo nuestra identidad moral. Como ironizan, el viejo chiste —«la pierna rota del otro es un detalle menor; lo grave es mi uña mellada»— retrata a la perfección nuestra tendencia a minimizar los errores propios y a amplificar los ajenos.

«Si los buenos justifican las cosas malas que hacen, los malos se convencen a sí mismos de que en realidad son buenos», resumen con puntería.

Uno de los conceptos más potentes del libro es la «pirámide de la elección»: una metáfora que describe cómo, una vez tomamos una decisión —por impulsiva o errónea que sea—, tendemos a justificarla internamente y a descartar toda información que la contradiga. Paso a paso, esa autojustificación se convierte en un tobogán que nos lleva cada vez más lejos del punto de partida.

En su capítulo final, los autores aplican este análisis al auge político de Donald Trump, mostrando cómo la psicología de la disonancia cognitiva ayudó a que un personaje tan divisivo sumara apoyos incluso entre quienes antes lo repudiaban.

Se han cometido errores, pero yo no fui es un ensayo brillante y necesario: no solo explica cómo otros se engañan, sino —más incómodo aún— cómo lo hacemos nosotros mismos. Y aunque su lectura no garantice que dejemos de justificar nuestros fallos, al menos nos deja una valiosa sospecha: quizás los equivocados no siempre sean los demás.

Se han cometido errores, pero yo no fui. Por qué justificamos creencias ridículas, decisiones equivocadas y actos dañinos

Carol Tavris y Elliot Aronson

Traducción de Patricia Teixidor

Editorial Capitán Swing

384 páginas

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