Hoy hace frío, pero la semana pasada y la que viene, el sol de otoño acompaña a los visitantes, que tienen el privilegio de ser espectadores casi únicos de paisajes increíbles, como el del faro de Favàritx y las tierras negras que lo rodean. Es verdad que el conductor de ese único coche se arriesga a que la Guardia Civil le ponga una sanción por aparcar donde no se permite, estropeando su propia foto. Pero quizás el coste le valdrá la pena. El otoño es una estación ideal para alargar la temporada turística. Solo queda un hotel de costa abierto, en Cala Blanca, y muchos de los pequeños establecimientos de ciudad también se van «hasta la primavera», hay pocas conexiones aéreas, la Isla parece hibernar ya, pero quizás eso forma parte de su atractivo exclusivo. Además, posiblemente muchos menorquines prefieren el sol suave de noviembre que el agobiante de agosto. Y volver a esos lugares cuando son solo para sus ojos.
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