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La ciudad como sarpullido

"Picadura de Barcelona", de Adrià Pujol

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Paseando por las calles de Barcelona, el escritor y antropólogo Adrià Pujol (Begur, 1974) compone en Picadura de Barcelona. Andanzas por una ciudad ajena un retrato ácido y lúcido de esa capital catalana que, según él, se ha convertido en un parque temático para turistas, un espacio en el que los visitantes proliferan mientras los nativos retroceden. El libro, publicado originalmente en catalán en 2014, llega ahora en una excelente traducción de Anna Carreras.

Una de las virtudes más llamativas de esta obra —a medio camino entre la autoficción, el ensayo y la memoria personal— es su fuerza verbal. En cada página se percibe un uso exuberante del lenguaje: un léxico que se ensancha, se retuerce, se inventa si hace falta. Ya lo anuncia el propio autor: «el único modo de enriquecer el léxico es la repetición compulsiva de palabras extrañas». Pujol no solo las repite: las colecciona, las experimenta, las empuja hasta donde el diccionario no llega.

Y, además, es divertido. Muy divertido. Picadura de Barcelona arranca risas sinceras en más de un pasaje: el diálogo entre «un vulgar y un posmoderno», o ese mensaje en andaluz dirigido a los habitantes del «achampla», son momentos de comicidad pura que desarman por su ingenio.

Aunque pudiera parecer que la forma domina al fondo, hay en el libro mucha reflexión chispeante —y sí, un poco alocada— sobre la ciudad y quienes la habitan. Pujol recorre Barcelona de noche, cerveza caliente en mano, y lanza observaciones sobre los jóvenes de la capital, las tribus urbanas, las chicas, la resaca de los Juegos Olímpicos, las políticas culturales, la universidad, el mercado del alquiler, los barrios altos, la juventud eterna y esa burguesía catalana que nunca termina de desaparecer.

Uno de sus pasatiempos favoritos es comparar tipologías humanas, a veces con precisión etnográfica, a veces con humor provocador. Ese fragmento en el que define a los «barcelonificados» —habladores rápidos y gritones— frente a los ampurdaneses, lentos pero capaces de gritar más aún, es solo una muestra de su talento para la caricatura y el matiz.

Con Picadura de Barcelona, Pujol desmonta ese tópico de que los antropólogos, salvo Marvin Harris y cuatro más, aburren hasta a las ostras. Aquí demuestra lo contrario: que la mirada antropológica, cuando se mezcla con literatura, ironía y desparpajo, puede convertirse en un placer contagioso.

Picadura de Barcelona. Andanzas por una ciudad ajena

Adrià Pujol

Traducción de Anna Carreras Aubets

Editorial Almadía

227 páginas

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