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Resonancias de Rafael

Rafael Timoner

| Menorca |

Rafael Timoner ha montado una exposición en Ca n’Oliver a la que ha puesto por título «Resonàncies al palau». La pieza única forma parte de un proyecto de Carles Jiménez donde cada año distintos artistas contemporáneos presentan una obra relacionada con alguna de la Colección Hernández Sanz – Hernández Mora del propio espacio de Ca n’Oliver y un Jurado independiente determina el ganador. Es una forma de ofrecer una visión desde la perspectiva contemporánea de las creaciones del pasado.

Y Rafael Timoner ha paseado por aquella mansión señorial del siglo XVIII buscando ese diálogo con aquel pasado y aquella colección de objetos y obras de arte que atesoraron la familia Hernández. Y tras su paseo, lo que más le inspiró fueron las pinturas del techo y los frescos de las estancias realizados a principios del XIX por Guiseppe Patania y Stefano Cotardi; unas pinturas que nos remiten al tiempo de la Ilustración y de la mitología romana. Porque en tiempos de Neoclasicismo también habían practicado esa mirada atrás buscando resonancias de tiempos antiguos, con sus héroes y sus mitos.

«Seven ligths», estela ubicada en la Illa del Rei, con un espacio interior que representa los siete faros que protegen la isla, acero inoxidable y piedras de la costa y marés, 2025.

Estuve en la inauguración de esta obra de Rafael Timoner y ese evocar los recuerdos del pasado me llevó a recordar aquella remota mañana cuando le conocí. Era en 1992, él tenía 28 años y yo había empezado a trabajar como director de las salas de cultura de «Sa Nostra» el año anterior. Él era ya un artista con formación contemporánea y era uno de los pocos que se movía entre la escultura minimalista y el arte conceptual. Su padre había sido exalcalde, creador de CATISA, SEBIME, la Semana de la Ópera… un prohombre de Maó. Esperaba para aquella inauguración una gran afluencia de público y, sin embargo, asistió muy poca gente (y fue comprendida por menos gente todavía). Ahí empecé a comprender que el arte contemporáneo es frío, distante y muy alejado del gusto popular, que prefiere el arte clásico o el moderno.

Aquella exposición del 92 se llamaba «Mares», y era una instalación con monitores de video mostrando la generación digital de un cubo con un fondo de sonido del mar, en la pared del fondo un video del mar con cámara fija y en bucle, y ocupaba el centro de la sala un cubo de marés de un metro cúbico hecho con cubos de 30 x 30 cm. Recuerdo que estuvimos montando aquella pieza Rafael y yo toda la mañana. Al empezar él puso una cámara a filmar porque, me comentó, «el concepto y el proceso es más importante que la obra en sí, por eso hay que documentarlo».

Instalación «Mares» en la sala de cultura de «Sa Nostra», sobre el encuentro del mar, la tierra y la mano del hombre que crea la geometría; piedra de marès y audiovisuales, Maó, 1992

En ese momento, la carrera de Rafael Timoner estaba despegando, era de los primeros en apostar por la incorporación de recursos audiovisuales a la obra de arte. En sus inicios él había trabajado mucho con las superficies metálicas, como en la decoración de Akelarre, seguramente por su tradición familiar vinculada a la bisutería, a las que incorporaría más tarde textos grabados y rótulos de neón. Él viajaba por el mundo, Francia, Cuba, montando un estudio en Eslovaquia durante unos años y participando en eventos internacionales. Y ahora ha vuelto.

Rafael Timoner es uno de nuestros artistas con mayor proyección internacional y, sin embargo, aquí casi no le conoce nadie. Sin embargo, este año ha instalado una pieza magnífica en la Illa del Rei; tiene por título «Seven lights» y es como un faro de faros o una estela metálica que ilumina con luz y la palabra el antiguo hospital inglés. Y este año ha ganado también e Premi Ciutat de Maó de Pintura. Pero, ya digo, es una persona discreta, un artista que todavía no es popular en su tierra.

«Resonàncies al palau» es una pieza audiovisual donde se muestra y se documenta también el proceso. En el vídeo que se proyecta sobre una pared vemos ese recorrido por escaleras, salones y estancias deteniéndose en las pinturas de los techos. Entonces la imagen muestra como si las pinturas sufrieran un escaneo y se convirtieran en unos píxeles gordos de los colores y tonos dominantes de aquella pintura neoclásica. Entonces, Rafael le aplica a aquellos colores un programa de conversión a notas musicales, resultando una música disonante de sintetizador y, digámoslo ya, bastante molesta. Finalmente, un programa de IA da «vida» y movimiento a la escena mitológica que representaba la obra de Patania y Cotardi.

«Resonàncies al Palau», creación audiovisual sobre un recorrido por las pinturas de los techos de Ca n’Oliver y sus procesos digitales, 2025.

Una visión muy contemporánea. Una pieza donde las tecnologías han sustituido al buen hacer artesanal, a la labor plástica del artista. Por eso ahora, con razón, ya no se quieren llamar artistas plásticos sino artistas visuales.

El proceso de búsqueda de resonancias en la mansión histórica es tecnológicamente interesante, pero humanísticamente banal. No existe una mirada humana a la obra del pasado, no resuena el eco de la vida de otros tiempos resonando por aquellas estancias del pasado, ni en sus objetos, ni en su espíritu. Porque esa mirada romántica y evocadora no es contemporánea. Lo sentimental, armónico y emotivo no está de moda en el arte. No cuentan las biografías ni sus historias. Las resonancias del pasado son algo confuso, un ruido inarmónico, una estética de animaciones digitales, algo infantiles, y una extraña sensación de frío, de hueco. Mucha tecnología y poca alma. Nuestro tiempo.

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