Caminode Torralba
Muchas veces me habían comentado, vecinos de Cala en Porter, que no les gustaba ir de compras a Alaior, a causa del camino de Torralba, y preferían llegar hasta Maó.El miércoles entendí el problema, al coger la entrada del camino me encontré con tres autocares mastodónticos y otro más pequeño, aquello parecía un tren de mercancías en un camino que no llega ni a cinco metros de ancho, cuando llegaban a una curva, y hay unas cuantas, todos los coches que venían de Alaior, no podían pasar, maniobras y al arcén; pero no terminó aquí la cosa, en la primera curva de Torralbet nos encontramos con un camión de doce ruedas, todos parados durante un largo tiempo, con el consabido nerviosismo de los que venían detrás y delante que no veían lo que pasaba.¿Cómo es posible que Trafico permita que estos autocares, camiones de gran tonelaje, cubas de hormigón, etc. circulen por este camino? ¿El código de circulación ampara que estos vehículos circulen por un camino con una anchura inferior a seis metros, y en muchos tramos se reduce a cinco por el deterioro de los arcenes, debido al peso de estos camiones?
No sabemos cuándo se reformará el camino, en teoría, y según las promesas electorales, ya tendría que estar terminado, creo que hasta que las obras no se realicen, se tendría que prohibir que circularan estos vehículos, con lo cual, seguramente evitaríamos que algún día haya un accidente no deseado.
Gerard Pons i Tudurí
Cala en Porter / Alaior
Rayos de sol
El primer rayo de sol de España, como todo el mundo sabe, sale por Es Castell, por la puerta del muelle de Calasfonts, que es la verdadera Puerta del Sol de España. Antes, el sol salía por Antequera y se ponía por las Islas Cíes (Vigo), ahora el sol sale por Es Castell y se pone igual por las Islas Cíes. Pienso que lo realmente bonito del sol en la Isla, es su salida, su despertar, su amanecer que tiñe de rojo-naranja la cúpula del cielo. Es impresionante, ver cómo la luz del sol se va extendiendo en forma de manto y va encendiendo las bombillas del cielo. No desprecio los atardeceres, son preciosos, pero yo tengo grabado en mi retina los atardeceres de mi ría de Vigo, cuando el sol se acuesta sobre las Islas Cíes, en mi vida he visto atardeceres más bonitos y si a ello sumamos, cuando acampábamos en sus pinares y trepábamos hasta el faro, quedando a nuestros pies un hermoso acantilado (tipo Cap de Cavalleria, solo que en el Atlántico) y allí sentados en su borde hacíamos piña y pasando de mano en mano esos canutillos compartidos, cuando aún se compartía algo, pues se veía la puesta del sol y también se iba más lejos, a ver quién era el guapo que vislumbraba el afanado rayo verde. Yo, en estado digamos normal, nunca llegué a verlo y en estado de pseudocoma canutil, pues creo que sí, bueno yo y todos los que compartimos, ya se sabe que: esta era una regla de tres, a más mandanga más rayos verdes se veían. Es curioso, pero esta moda, también se estilaba en la zona de Cádiz, solo que aquí y dada la calidad del costo (el moro está a dos pasos), el rayo verde siempre se veía con más nitidez, aunque ser verde, naranja, amarillo, que más da, el caso es que se veía y ya está. Pues eso, volviendo a la Isla y a sus amaneceres rojos, como dice una amiga que gusta de bañarse a las siete de la mañana, la vida en el mar se hace de noche y !es verdad!! Yo creo que los humanos cooperamos a ello, aportamos nuestro granito de arena, si no que alguien se sumerja en el mar de noche y de día y establezca una comparativa y así verá que en la noche todo es quietud y paz (a nuestro oído los peces no hacen ruido) y en el día todo es ruido, ruidos de baños, de motores encendidos, de risas, de gritos... sí nosotros cooperamos a que nuestros peces sean insomnes, les hicimos cambiar su ciclo de vida. A veces, es verdad que pescamos a pleno día, pero yo creo que estas capturas, son de peces empanados que aún no llegaron a su casa o están bajo los efectos de una noche de juerga. No añoro el mar, sino el Océano. Añoro sus mareas vivas de agosto en el Océano Atlántico, esas mareas más altas y más bajas que nunca, la arena mojada y bañada por el mar, el brillo que emite, la gama de colores y el olor de las algas, dicen que es olor a yodo, yo nunca olí el yodo o sea que para mí, huele a algas y las algas huelen a mar. También es verdad que añoro la montaña, sus cimas, sus ruidos, sus árboles, su frescor veraniego, sus cencerros, su cielo, sus estrellas, sus colores... Lo de sus colores ya es patológico, toda mi vida amé los colores otoñales, los de sus hojas caducas que anuncian su despedida tiñéndose de ese amarillo-ocre-rojizo, que hace contraste con el verde de la hierba siempre salpicada de hojas y el verde de todos los tonos de las especies no caducas. Y qué decir tiene, los ríos. ¿Dónde están los ríos?, están muy, muy lejos. Nunca pensé que echaría de menos un río, siempre los tuve de mano, pero era más de mar que de río. Pero ahora sí, sí que necesito un río, un río del norte, de aguas frías, de cauce abrupto y sinuoso, con su cauce delimitado por filas de arbustos. Busco con tesón un rincón tranquilo, donde pueda escuchar sus sonidos: los pájaros, el viento y el murmullo de sus aguas. Así me dejo llevar y me quedo medio dormido, pues en este estado de shock me quedo muy tranquilo. En Menorca vivo, la llevo en el alma, pero los otros trozos los tengo en Cádiz y en Vigo.
Francisco Javier Lamoso Rey
Es Castell