Si Juan Carlos Monedero hubiera dicho con voz balbuceante y pata coja: «Lo siento,… me he equivocado… no volverá a suceder», no habría pasado nada. Todavía tendríamos una Monarquía consolidada, nombrada por un dictador y por miles de corruptos nombrando tribunales de Justicia. Sucios, o menos limpios, por esas manos carlistas o fascistas que no saben lo que es un lavadero popular. No seamos tan hipócritas y nos rasguemos las vestiduras por un hecho que todos hemos hecho: no pagar un IVA. Alguna vez, porque no llegábamos a final de mes, en otras ocasiones, por chuleo pijotero de listillos españolistos. ¡Quién en este país, está libre de culpas, que tire la primera piedra!
Estoy harto de ver a los grandes defraudadores y ladrones desviar la atención de los medios de comunicación sobre sus cuentas millonarias, forradas de dinero público o dinero evadido. Digamos de una vez por todas las cosas por su nombre, sin miedo a erizar los pelos de tonsurados banqueros, que tienen la poca vergüenza de decir que han hecho muchos sacrificios con la crisis y trazan círculos virtuosos en el aire contaminado de sus consejos de administración. Digamos las cosas claras: Sinvergüenzas y rastreros son muchos legalistas de ese Estado que no tiene derecho y avergüenza.
Si fuéramos más honestos con nosotros mismos, veríamos que el perfeccionismo legalista y justiciero en un país saqueado por nobles, capitalistas y políticos chusqueros, es una ilusión. Tenemos que conformarnos y aceptar que en este país de pícaros hay niveles de tropelías, nosotros somos de ello herederos, y lo que menos importa es como sobrevive un lazarillo, sino dónde van nuestros ahorrillos en bolsillo ajeno de un usureo armamentista y que, además, no podremos recuperar. ¡Cuánto hipócrita anda suelto! Como dicen en Menorca: ¡Quanta lladronia!
Gabriel Cardona Prunera
l ES CASTELL