En la política española, el siglo XXI llega con quince años de retraso. Al menos esa es la impresión que a uno se le queda tras escuchar el último debate sobre el estado de la nación que afortunadamente va a ser el último en tener que aguantar con una dialéctica que se me antoja fuera de lugar por lo pueril o previsible. Llegan tiempos nuevos y en el horizonte cercano aparecen desde la izquierda y desde la derecha dos partidos políticos Podemos y Ciudadanos capaces de desbaratar el chiringuito político que los españoles hasta ahora han estado votando. Y es que entre el Partido Popular viviendo en el limbo maravilloso de PPlandia, el Partido Socialista instalado en el desánimo de sus incoherencias, e Izquierda Unida incapaz de superar su estigma, los ciudadanos hemos llegado a un punto de celebrar y votar a esos partidos emergentes que sin lastres ni prejuicios, articulan un discurso moderno actual e inteligente lejos, muy lejos del desmotivador por falso o del cansino por rancio, discursos de los partidos que han gobernado España.
Instalados estos últimos en su autocomplacencia, no se han dado cuenta de que dejaban abonado el campo político para que otros mucho más en contacto con la realidad social, les segaran la hierba bajo sus pies. Para intentar parar la sangría de votantes hacia esas nuevas formaciones, a falta de actitudes e ideas propias no se les ha ocurrido nada mejor que vampirizar las ajenas. Pero llegan tarde, los ciudadanos, escarmentados, ya saben de qué va el baile del desencanto. Por eso es bueno, muy bueno para España, que surjan esos nuevos partidos, que se actualice y modernice el discurso político como así lo demuestran las diferentes encuestas realizadas sobre intención de voto en este país. Los ciudadanos lo saben y saben que tienen una oportunidad extraordinaria, histórica en las próximas elecciones municipales, autonómicas y nacionales, para pasar página votando ahora para colocar definitivamente la política española en el siglo XXI.