Creo que el ocho de marzo debe cambiar el nombre y llamarse Día de la mujer sufridora, porque no cabe duda de que las mujeres estamos hechas para sufrir; con trabajo o sin él, somos grandes sufridoras. A veces nos sorprendemos con el aguante que podemos llegar a tener en determinadas situaciones. Empezamos a sufrir al enamorarnos; aguantamos fuertes dolores al parir. Sufrimos en la crianza de los hijos que nos esforzamos en hacerlos perfectos; aunque luego nos demos cuenta de que no lo hemos conseguido; por lo que sufrimos por los defectos y problemas de ellos. También por los maridos, cuando no tienen trabajo, o cuando tienen demasiado y están estresados. Más tarde sufrimos por los nietos; con lo que nuestras fuentes de sufrimiento van creciendo cada vez más, a medida que aumenta nuestra familia.
Pero nada es comparable al sufrimiento de todas estas mujeres emigrantes que están llamando a las puertas de Europa, con sus pequeños hijos en brazos, intentando vanamente darles calor con sus propios cuerpos helados. Tiene que ser terrible ver morir a sus seres queridos por el frio, el hambre, o ahogados en el mar. Atascados inútilmente por la 'burrocracia' de los países ricos; esos mismos que se enriquecieron con las materias primas que les sustrajeron en su día. ¡Qué amargura! Darse cuenta de que tu esperanza de un mundo mejor, después del duro viaje para llegar y de haber perdido cuanto tenías; no ha servido para nada. Estar hacinados en insalubres campos de refugiados, sin saber si algún día se abrirán las puertas para ellas. Darse cuenta de que su futuro y el de sus hijos esta en el aire. ¡Como me gustaría ser joven para irme a esos campos a intentar ayudar! Si al menos llegara alguna hasta aquí, en algo podríamos ayudarla.