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Cartas del lector

Cuento de Navidad

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Cuando te haces autónomo, automáticamente te adjudican una sanguijuela.

Has de ir con mucho cuidado al poner precio a tu trabajo o producto. Cuando creas que el precio que calculas es el justo por la calidad que ofreces, súbelo un 20 por ciento.

Más vale hacer poco a buen precio y ganar, que hacer mucho barato y perder.

Si has hecho mucho y has perdido mucho, estás jodido.

Todo se desbarata. Esa torre de naipes que habías creado sin fijar con un buen pegamento, llega una ráfaga de aire y lo tira.

Perdido todo lo material, o te dejas llevar por la corriente que te lleva al pozo del fracaso, o te aferras con fuerza a algo e intentas con fuerza levantarte.

Bonita frase. Ni lo uno ni lo otro. Llegado a este punto de caos, vas viviendo al día, incluso sobreviviendo al día.

Lo primero, si tienes casa hipotecada y no puedes pagarla, sin más, se la queda el banco. Justo o injusto, pero es así.

Seguridad Social y Hacienda, haciendo gala de su sensibilidad, con sus empleados robot, que si ven o intuyen deuda, ¡zas!, se abalanzan sobre ti y como pirañas, intentan devorar todo lo que esté al descubierto sin protección, y a la que pasado el tiempo te relajas, ellos han seguido expectantes, y si lo poco que había quedado lo has desprotegido, ¡zas! despídete de ello.

Llegan aires nuevos y frescos, buenas expectativas.

Un autónomo solo puede soportar una sanguijuela. Intentaré que la segunda que arrastro de atrás, me la cambien por una pulga. Si no moriré desangrado.

Feliz 2017.

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