Tres jóvenes –dos de ellos menores– que se encontraban a la deriva entre Menorca y Cerdeña fueron rescatados en la tarde del viernes. Llevaban veinte días de angustiosa travesía desde Argelia y durante este tiempo había fallecido un número indeterminado de migrantes, posiblemente una decena. Los cuerpos de estas personas no han sido localizados y es probable que nunca sean hallados. El Mediterráneo se ha convertido en una gran tumba para millares de africanos que, desesperados, tratan de llegar a Europa en busca de un futuro mejor.
Estamos ante una de las peores tragedias relacionadas con la inmigración clandestina ocurrida en aguas de Balears en los últimos años y pone de manifiesto que aumenta año tras año. Europa no ha sabido dar respuesta ni actuar ante esta crisis humanitaria. Al mismo tiempo, la Policía Nacional, que es la encargada de investigar a las mafias que trafican con seres humanos, ha de combatir con todo el peso de la ley y con más medios a los patrones de las embarcaciones que cobran elevadas cantidades para trasladar a estos migrantes hasta algún punto del litoral de Balears. Son delincuentes que se lucran y ponen en peligro muchas vidas. Deben ser perseguidos.