Extremadura dejó el domingo de ser un granero de votos para la izquierda al virar hacia la derecha. El PP gana las elecciones y es la primera fuerza política, pero solo con un diputado más, porque la sangría que sufre el PSOE -con el peor resultado electoral en el que era uno de los bastiones históricos de la izquierda- beneficia sobre todo a Vox. El partido de Santiago Abascal es el gran beneficiado del hundimiento del PSOE. El castigo infligido a su candidato autonómico, Miguel Angel Gallardo -que dimite como líder de los socialistas extremeños pero se aferra a su acta de diputado por su futuro judicial-, y a Pedro Sánchez alimenta el crecimiento de la ultraderecha, que pasa de cinco a once diputados.
María Guardiola gana estas elecciones, pero no se desmarca de Vox al depender más de este partido. Abascal gana la apuesta del PP, que acentúa la debilidad de Pedro Sánchez a costa de mantener a Guardiola en dificultades. Este Vox robustecido y venderá más caros sus apoyos al PP. Incluso reclamará su entrada en el próximo gobierno regional. Extremadura se halla en una situación política más complicada que antes de las elecciones. Guardiola puede ser investida con la abstención de la ultraderecha, pero sin Vox, una formación que cuestiona la identidad y la lengua propia en Balears, no podrá gobernar.