Luis Alejandre
Nombre y apellido de tierras navarras. No nació aquí, pero es más menorquín que un talayot.
Talayot de piedra, porque Don Silvino como le conocen en Ciutadella, es consistente roca pura, por vocación, por entrega, por dedicación a la sociedad.
Decidió, muy joven seguir la senda de San Juan Bosco y arribó al colegio salesiano más antiguo de España, sin más bagaje que su vigor y su juventud. Tuvo que acomodarse enseguida para entender una lengua que no era la suya; tuvo que interpretar que "calós" no era un insulto flamenco, sino la denominación popular de su propia casa, la casa de los Padres Salesianos, los que han formado durante décadas a sucesivas generaciones de ciudadelanos.
Digo formado, porque han hecho bastante más que enseñar. El Colegio es además de centro de enseñanza, impulsor y cantera de deportistas, impulsor de actividades extraescolares, trozo vivo de la Iglesia. Consecuentes con su vocación, no escatimaban otros servicios a quienes los necesitasen: comedor, tarifas especiales para quienes no pueden aportar, preparaciones académicas. Hacen futuro, hacen sociedad, en resumen.
Bien lo saben y valoran los buenos ciudadanos de Ciutadella.
Se extrañarán que escribamos sobre Silvino Berruete, gentes del levante menorquín, y más concretamente personas que emprendieron hace algo más de cuatro años la arriesgada aventura de salvar el viejo Hospital Naval inglés situado en la Isla del Rey en pleno centro del puerto de Mahón.
Sintonizamos sin más, porque él dio el primer paso. Se acercó, quiso aproximarse, arrimar el hombro. No teníamos nada, pero nada, cuando ya llegaron en excursión algunos antiguos alumnos del Colegio. Al frente, Don Silvino. Comprometido, valiente, apóstol, ofició la primera Misa de esta nueva etapa. La Capilla que había tenido culto hasta 1964, estaba llena de insultantes pintadas contra la propia Iglesia, contra los cristianos, contra el Papa, contra todo. Dos caballetes y una puerta hicieron de altar, adornado con las flores silvestres que pudimos recoger.
¡Aun hoy, emociona recordar aquel acto!
A partir de este día somos un mismo proyecto, una misma ilusión. Si algo ha fallado hemos sido nosotros. Cada año nos proporciona excepcionales músicos, que se añaden al esfuerzo de todos, de forma completamente altruista. Siempre, junto a cualquier actividad, aparece el cura, animoso, impulsor, positivo.
Hace una semana, invitados por la Asociación de Antiguos Alumnos, asistimos a la representación de la zarzuela "La del manojo de rosas" en el teatro del Colegio. Con magnifica orquesta de más de treinta instrumentos, con magnífica dirección musical de un joven Joan Mesquida y artística del veterano Joan Moncada, varios entrañables actores veteranos de llevant como Juan Cubas y Pito Costa, se fundían con artistas locales de la calidad de una Cristina Álvarez, de un Siscu Riudavets o de una Paqui Huguet.
Mientras escuchaba voces e instrumentos en aquel recinto colegial, apretado en rudos asientos concebidos para alumnos y no para gentes de mi quinta, pensaba en todo el conjunto cultural que allí se concentraba. Era domingo y el Padre se fue a oficiar misa en la Iglesia inmediata. Luego regresó como si tal cosa."Ya me sé la zarzuela de memoria" dijo, restando importancia a su ausencia.
Allí me sentí ciudadano; me sentí Iglesia; sentí la esencia de la Menorca que imaginé, a la Menorca que quiero.
Fuera quedaban los ecos de latentes problemas entre los partidos políticos incapaces de gobernar la bellísima ciudad; las criticas al tiempo en que el Teatro del Born sigue cerrado; la crisis de la industria del calzado.
Hay una receta que no falla para afrontar estos problemas: la de recuperar valores humanos, tales como el sacrificio, la vocación, el entusiasmo, la fe, el trabajo en equipo, la confianza, el respeto a la palabra dada.
Valores que imparten los Padres Salesianos. A uno de ellos, Silvino Berruete, le dedicamos esta reflexión.
Silvino Berruete