Margarita Caules Ametller
No es mía la frase, la copié de una revista de medicina, que me encontré amontonada sobre una mesita, supongo que de diseño, molt guapa, en una de estas salitas tan acogedoras que suelen tener los médicos de Barcelona. Se me olvidó escribir, su autor. Tal vez, porque en aquel preciso momento, en que andaba enfrascada con la lectura, la señorita de porte distinguido, sabiamente maquillada, eterna sonrisa y esmerada educación, desde la puerta del despacho del galeno, llamó? na Guideta des talaiot de Trepucó? y ahí estaba yo, con mi corazón haciendo millas, tantas, que ni el Alfonso Nieto jamás, me hubiera podido alcanzar i açò, que sempre he estat, un cul feixuc.
Ya sé que hoy es sábado, que mi escrito debería referirse a la calle Nueva, pero ustedes mis queridos lectores me disculparán, por saltármelo a la torera, un dia es un dia.
Precisamente, dentro de una de estas viejas carpetas, atadas con cintas rojas descoloridas por el transcurso del tiempo, en la que rebuscaba el tema de hoy, ha salido un trozo de fino papel de los de envolver lo que fuese y que antaño usaban los comercios. En una de sus caras dice? El Águila, donde encontrará los mejores regalos para su familia. No he podido continuar la lectura, por estar rasgado al bieix , pero sí recuerdo, el viejo almacén y el Sepu también y El Siglo y otros tantos, que ofrecían novedades, a buen precio, sorprendiendo a cuantos acudían, a sus reclamos publicitarios. El ir a Barcelona, equivalía a visitar una de estas tiendas, el parque con su zoo, la consabida foto en la plaza Cataluña y sus palomas, el Tibidabo y, por supuesto, la inacabada Sagrada Familia.
La mayoría hacía el trayecto en barco, sin pasar por taquilla, para ser chequeado, como ahora se viene haciendo en el aeropuerto, induciéndote, a que se te caigan los pantalones delante de una gran cola, con la risa que siempre provoca el enseñar unas bragas, más o menos grandes, como se estilaban, o los consabidos calzoncillos de caballero, hasta las rodillas, con tan solo un botón, en lo alto de la cintura, quins paperots. I por si fuera poco, tener que respirar fuertes y nauseabundos, olores provenientes de un par de quesos de Mahón, nunca tan bien dicho, ni tan auténticos, bajo la atenta mirada, del guardia, mientras el agobiado sufridor de turno, no sabe qué hacer con sus trastos, zapatos, calcetines o medias, mientras su mirada no deja de observar, adonde va a parar, la palangana que con anterioridad le han hecho pasar bajo una cutre cortina que fa més oi, que una altra cosa. Conteniendo estas cosas tan personales, reloj, pulseras, el bolso y sus intimidades, cinturón, chaqueta, el bocadillo, digo mal, el panecillo tuve que dejarlo, invitándome a que lo comprara una vez haber podido lograr pasar el umbral de la gran prueba, ni per anar al cel, Sant Pere demana tanta cosa.
Una añora, aquellos viajes, compartiendo el camarote con otras señoras y, la perspicaz visita del camarero, interesándose por si podía servir para algo ¿? No, no señor, muy agradecidas, vaya usted con Dios, le contestó mamá Teresa, cansada de tantas visitas, innecesarias, mientras se escuchaba cómo iba subiendo la cadena del "Ciudad de Mahón". A la vez que se disponía a oler, el aromático perfume que desprendían los limones, que se encontraban dentro de una primorosa bolsa de tela, cosida a propósito, para el viaje. Remedio antiquísimo contra el mal de mer como le llamaba el popular almirante Nelson, a la vez que muy eficaz.
Madre santísima, cómo me ha enrollado una frase de Miguel de Cervantes. Enterada que fue el autor gracias a esta pequeña pantallita, tan sabia y que tanto ilustra, a gentes como una servidora, que tan sólo fue a la escuela una hora por semana, después de salir de misa, que era el máximo a que podíamos aspirar los niños de la payesía.
Dios misericordioso, se apiadaba disculpándonos de aquel trabajo intelectual, ejecutado en día festivo, haciendo caso omiso, de los mandamientos de la ley.
Otro de los papeles de la misma carpeta me habla de cuando los mahoneses, desde sus casas, escuchaban los 3 toques de pam?pam?pam.. que con fuerza picaba sobre el pequeño tambor, el niño de turno, procedente de la casa de misericordia, que acompañaba al saig de turno, con su bastón de mando, idéntico al del batle sosteniendo entre sus manos una hoja, podría ser un papel de los llamados de barba, escrito a mano y con el que el alcalde deseaba notificar cualquier noticia. La autoridad y el tamborilero, se paseaban por todo Mahón haciendo las consabidas paradas, siempre en medio de cuatro bocacalles 4 caps de cantons.
Antes de empezar la lectura, el alguacil, le hacia una señal con el bastón, seguida de una mirada a s'al·lot, como queriendo decir?atención? el chiquillo sonaba el instrumento, que llevaba colgado por el cuello, mientras la gente se iba acercando. El chico se paraba y él se ponía a gritar, para ser escuchado por todos. Inclusive los sordos.
De parte del señor alcalde, se hace saber, que en el muelle, frente la fabrica del gas, hay una embarcación cargada de "laixa" (sardina que tenía un palmo) El que quiera ir, puede bajar a baixamar, pudiéndose llevar, toda cuanto quiera. Debo aclarar, que esta noticia, no fue escuchada por esta servidora, me la dictó el de la motora, añadiendo?
Una de aquellas embarcaciones, de principios del siglo XX, recién llegados de Fornells la manejaba, el patrón de pesca Jaime Caules Taltavull "que era su padre y dicha barca y vicero (así, se llamaba la red que se utilizaba para pescar caballa, com es visos, surells i laixes) La redes y la embarcación , era propiedad de Lorenzo Llabrés.
Mientras iba copiando, estas curiosidades, me agradará hacer lo propio, de la llamada pesca de luz, gracias a la red conocida como bulitx, este viene a ser la manga, con la que se capturaban los peces.
Partían desde el muelle, 2 embarcaciones. Un llaüt grande y un falucho que era petit. Al llegar al punto deseado, la embarcación grande fondeaba, encendiendo a popa una luz de carburo, haciendo lo propio con la pequeña embarcación, a veces era una luz de acetileno la que alumbraba a la misma. Unidas por una cuerda de unos 30 metros aproximadamente, que el laúd iba dando largas hasta desembarazarse del falucho. Una vez realizado este ritual, se disponían a pescar cada embarcación por su cuenta unidas por la cuerda, alumbradas cada una con su propia luz. En la quietud de la noche, se escuchaba sí o no, según, de ser así cuando las dos luces se juntaban, acudían los peces, acto seguido apagaban las luces del llaüt grande, quedando tan sólo encendida la del pequeño, resplandeciendo en el mar donde infinidad de peixos se encontraban en el lugar. Al pequeño falucho lo ataban en el ancla del grande, mientras éste se apartaba a oscuras de los focos, dejándole a la vez unas cuerdas al mismo, que no se trataba de otra cosa que del soporte de la red, la misma que servía para dar la fuerza a los focos , acto seguido los hombres que estaban en las embarcaciones a base de covos que iban echando al mar llenándose de innumerables capturas, que iban tirando dentro de la embarcación.
En aquellas ocasiones, de reparto gratuito de pescado, era frecuente que se reunieran las famosas ruedas de zapateros, de modistas, herreros, lampistas y algunos otros gremios, bajando a baixamar, provistos de suficiente pan, vino, "unas esgrelles i unes esmolles" y en cualquier lugar improvisaban un fuego, pasándolo de lo mejor de lo mejor, regresando a su puesto de trabajo amb sa panxa ben plena. Mientras unos iban cantando, otros glosando, considerándose? Los hombres más ricos del mundo, tal como escribió Miguel de Cervantes.