Paseaba por los muelles de Es Castell y se sentó en una terraza con vistas a la entrada del puerto, frente al Lazareto. A pocos pasos, las barcas amarradas sobre las aguas mansas, transparentes, se mecían levemente. Los edificios, asomados al pequeño acantilado de Santa Ana, parecían contemplar a la niña que se entretenía tirando migas de pan a los peces.
Se sentía afortunado, viviendo en una isla sin ser un náufrago, feliz sin ser millonario, o disfrutando de tantos lugares hermosos sin ser un turista. Tampoco estaría mal –pensó- hacer un buen "play-off"para volver a la ACB. Sentirse parte de un mismo equipo, traspasando una y otra vez, la delgada línea que separa la frustración de la euforia.
La perfección no existe, y si existe, dura poco. Así que él intentaba atrapar y coleccionar esos momentos redondos que suelen aparecer de repente, haciendo que uno no desee nada más, que apurar el instante fugaz e irrepetible en el que se encuentra.
Como el día que se despertó con los ojos vidriosos (seguramente por las gafas) y la lengua de estropajo. Se notaba la cabeza más que de costumbre. El encuentro fortuito con alguien que hacía años que no veía, lo llevó hasta "Es Cau" de Cala Corb, para conversar y cantar habaneras. Mientras el inigualable "Curro" rasgaba la guitarra, la falta de hábito con el alcohol multiplicó sus efectos, y su amigo, sin pensárselo dos veces, les echó un piropo a un par de inglesas de buen ver, que los contemplaban divertidas.
- ¡Olé, your mother! – gritó haciendo un brindis con el cubata.
- ¿Are you "mèrvel"? - respondió ella, con un inglés menorquinizado.
Entablaron conversación, riéndose hasta altas horas de la madrugada. Finalmente, se portaron como caballeros y pagaron ellos las consumiciones. Pero ahí está, la importancia de las pequeñas alegrías inesperadas. De valorar los instantes de plenitud a escala humana. A veces, disfrutas más cuando consigues desatascar las maltrechas tuberías de la cocina de tu casa, que pretendiendo arreglar el mundo. (Y esta última, era una cuestión que él intuía fuera de su alcance).
Otros momentos felices de su colección particular, eran: cuando acabó de pagar una deuda contraída hacía tiempo, el día que encontró aquel objeto perdido que buscaba, cuando sintió los primeros rayos de sol después de días de lluvia y tramontana, o aquel vecino molesto que se mudó sin avisar, a una casa lejana, más cara y más grande… supongo que cada uno puede añadir los suyos a la lista.
Mañana, disfrutará con el partido Madrid-Barça. En un país tan caótico y paralizado en lo económico, esto siempre funciona. Se olvidará por un momento de todo lo demás y volverá a vivir emociones fuertes. Son acontecimientos que le alegran la existencia, porque le hacen saborear el presente con la ilusión de un niño, y la única certeza de que sobre el terreno de juego… puede pasar cualquier cosa.