Me comentaba una amiga el otro día que esto de ser madre primeriza no es fácil. Y todavía más, como la inmensa mayoría de la población, tienes que hacer uso del sistema sanitario público.
Si no, no hay más que ver lo que sucede cuando una va ilusionada a su centro de atención primaria a que el médico de cabecera le visite por primera vez desde que sabe que está embarazada. Pues que sorpresa la suya cuando lo anuncia y la respuesta del facultativo es: "¿y qué?".
"¿Cómo que y qué? ¿Le parece poco?" responde ella. Él a duras penas desvía su mirada de la pantalla del ordenador y le dice que para "eso" tiene que pedir hora en Planificación Familiar. Cuando mi amiga, ya un poco cabizbaja, se acerca al mostrador a pedir cita para el otro "departamento", la recepcionista le dice que Planificación Familiar ya no existe. Ajá. Después del enredo entre el donde tienes que ir y quien te tiene que enviar, y el desconcierto por ambas partes, le han dado cita para la comadrona. Pero la verdad, desde fuera no parece tan difícil ser un poco más humano y diligente en según qué casos. Mi amiga está esperando su primer hijo y sólo necesita que alguien le diga lo que tiene que hacer, lo que debe o no debe comer, por ejemplo. No que se lo pongan más difícil todavía.