Tres días me han bastado. Diría que me han sobrado, incluso. Estoy de morcilla hasta las mismísimas orejas. Para el que no ha estado en Burgos y me pueda entender mejor, la morcilla aquí es lo que la ensaimada en Menorca. Te la encuentras hasta en el ascensor y según la hora del día, incluso te da tema de conversación. Tremendo. Y las hay de todos los tipos.
Pero Burgos es mucho más que este embutido negro, de aspecto poco apetecible, pero de sabor apasionante. Realmente es una ciudad preciosa, o al menos el centro histórico. Con sus cosas. Me apasiona perderme por ciudades que no conozco, por calles que nunca llevan a ningún lugar tranquilo, en los peores sitios es donde te encuentras a la mejor gente, para que luego me entre la risa nerviosa dudando si llegaré o no al hotel.
Pero aquí, en Burgos, la gente come mucho y bien. Entre corderos, solomillos, morcillas, chistorras, chorizos y mollejas, te entran unas ganas de indultar a cuanto animal te encuentres. Pero es sólo al principio, amigo lector. Cuando riegas la carne con un buen Rivera se te pasan las penas y te da igual el papá, la mamá y el hermano del cordero. Y la madre de Bambi, el pequeño ciervo simpático, que seguro que también me la comí. Se siente.
Burgos está lleno de buena gente y la situación en la que los he conocido fastidia. No sé si el Mío Cid sería menorquín o no, porque el burgalés tampoco es un bala perdida, pero de lo que estoy seguro es de que le invitaría encantado a unas pomadas ahora que el verano está empezando a dejarse caer y a Babieca, su bravo corcel, le enseñaría el caballo menorquín y todo lo que hace referencia al jaleo.
Creo que esta final de la Adecco Oro ha condenado a Burgos y a Menorca a entenderse. A llevarse, ni mal ni bien, a soportarse. Nos acordaremos durante mucho tiempo los unos de los otros y en parte es bueno. La verdad es que creo que el menorquín de a pie se lo pasaría en grande en la ciudad castellana pero también creo que el burgalés disfrutaría dejándose caer por las playas insulares.
Pero claro, a la hora de comparar la ensaimada y la morcilla, me quedo con la primera, porque siempre se suele barrer hacia casa. Además despertarte después de una noche movidita y poder desayunar un buen trozo de ensaimada con chocolate. Ahí creo que incluso el propio Cid cambiaría a Babieca por un desayuno así.
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