Hoy hace un año empecé mi ministerio pastoral como obispo de Menorca. Es un buen día para detener un poco el reloj y reflexionar. Es cierto que la Santa Sede me encargó la responsabilidad de la diócesis, como Administrador Apostólico, nueve meses antes, el mismo día en que el anterior obispo, Mons. Piris, tomó posesión de la diócesis de Lérida (21.sept. 2008). Tiempo que me fue útil para conocer, contactar e impulsar, de un modo provisional todavía, la gran riqueza de acciones que, con muchos colaboradores, se desarrollaban en todos los rincones de nuestra iglesia diocesana.
Me pide con mucha amabilidad el director de este medio que ponga por escrito un inicial balance de mis impresiones durante estos meses. En un primer momento me resisto porque me parece una osadía describir en tan poco tiempo de estancia, mis valoraciones sobre la realidad eclesial y sus aportaciones a la sociedad. Recapacito y me avengo a formalizar este artículo pensando que es una oportunidad que me brinda este querido periódico para dar a conocer a todos sus lectores la gran cantidad de iniciativas que lleva a cabo la iglesia de Menorca.
Más que un balance de mi gestión, este artículo es un breve resumen de lo que he visto y he oído hacer a tantos y tantos cristianos de esta isla. Mi único mérito ha sido colaborar, no entorpecer y subirme al carro que se arrastra por los caminos de nuestra historia local con logros y fracasos, con ayudas y con dificultades, con proyectos que generan mucha esperanza y con cierto desánimo por no poder atender todas las necesidades que se demandan.
Una primera impresión personal, que siempre guardaré como un gran tesoro, es la de gratitud por la cordial acogida dispensada por todos, sacerdotes, religiosos y laicos. Y otra la sorpresa positiva que me produjo la implicación de tantas personas en los múltiples proyectos desarrollados por la Iglesia.
Pero dejemos las impresiones y describamos las realidades. Señalaría dos líneas de acción obligatoriamente complementarias: el servicio que la Iglesia presta a la sociedad y, en segundo lugar, el servicio al interior de la propia comunidad eclesial.
Empecemos por el primero que lo podemos agrupar en varios ámbitos:
En la enseñanza se presenta la oferta de siete centros que imparten educación infantil, primaria y secundaria obligatoria. Cinco gestionados por congregaciones religiosas y dos por el mismo obispado. Quiero destacar la inmensa labor del profesorado y el gran beneficio de los padres que durante años ha realizado la escuela XIPELL de Ciutadella; y la resalto por las dificultades actuales en las que se ve envuelta por distintas circunstancias sociales y por las trabas que propicia la autoridad educativa para este tipo de escuelas.
Complementariamente a la enseñanza reglada abundan los centros culturales y recreativos, los campamentos de verano, las casas de colonias que gestionan parroquias, religiosos o agrupaciones de scouts católicos.
En la acción social desarrollan su labor voluntarios en todas las parroquias que, agrupados en equipos de Caritas, atienden a centenares de indigentes, familias sin recursos, inmigrantes, casas de acogida… Caritas diocesana presta un servicio imprescindible para nuestra sociedad con sus empleados, colaboradores y voluntarios en la asistencia y en la promoción. Incluso con proyectos en países pobres. También la preocupación por los presos y por sus familias desde Pastoral Penitenciaria. No olvidamos la labor del SAC durante tantos años y los recursos que anualmente destinan a los países del Tercer Mundo la organización Manos Unidas y la Delegación de Misiones. Todo ello es posible por la gran cantidad de colaboradores voluntarios que atraen. Reseñar también la aportación de acompañamiento a enfermos y discapacitados (FRATER).
Es importante y beneficia a toda la sociedad la defensa de la vida y de la familia que constantemente realiza la Iglesia.
En la conservación del patrimonio artístico y monumental hay un gran esfuerzo personal de muchos expertos y se han destinado ingentes recursos de la comunidad eclesial a restauraciones y a expandir la cultura musical o artística en todos los órdenes. En este campo se ha contado con la colaboración de las administraciones públicas.
Sorprende, impresiona y es motivo de gratitud. Sin querer convertir este elenco en una continua alabanza a personas e instituciones concretas, merece que recordemos que todo lo anterior se desarrolla desde hace años, y mucho más en la actualidad, sin discriminaciones y sin poner trabas por ser de diferente lengua, cultura o religión. Y, además, ayuda a una mejor vertebración y mayor cohesión social favoreciendo la dignificación del ser humano para conseguir la fraternidad que nos pide Jesucristo.
En cuanto a la capacidad de organizar y proyectar planes de formación y de atención desde dentro de la Iglesia y para los cristianos mismos puedo enumerar algunos datos sin mayores explicaciones para no hacer interminable este artículo.
Catequesis semanal para recibir los distintos sacramentos en todas las parroquias. Un número considerable de catequistas y monitores dedican su atención a niños, adolescentes y jóvenes para preparar mejor su bautismo, su confesión y comunión, su confirmación o su matrimonio.
La delegación de juventud se preocupa de diversos proyectos con los jóvenes y existe una atención expresa a la enseñanza de la religión en la escuela estatal. También se organiza una formación teológica especializada para adultos (Instituto de teología).
Muchos matrimonios dedican gran cantidad de tiempo a la formación cristiana propia y a recibir orientación para educar mejor a sus familias.
No quiero olvidar al numeroso grupo de laicos que colaboran y/o gestionan la economía y el patrimonio de las parroquias y de la diócesis. También aquellos que, desde las Cofradías y Hermandades, se preocupan por las celebraciones religiosas. Y a otros muchos equipos de formación de Vida Creixent.
El mismo Grupo Editorial Menorca es fruto de la iniciativa de un benemérito sacerdote y unos seglares. En la actualidad está en la calle a diario por el trabajo y dedicación de un valiosísimo grupo de redactores, colaboradores y técnicos. Su ideario, custodiado por el Consejo, presenta a la sociedad los valores evangélicos que son la base de la concepción de la persona y de la sociedad.
Acabo con la mención expresa a todos los que se han consagrado de por vida –sacerdotes y religiosos- al anuncio del Evangelio. Sin su trabajo y ayuda sería imposible atender el servicio de evangelización que demanda la propia comunidad. Quiero recordar a los sacerdotes fallecidos durante estos meses, Josep Mascaró y Jaume Cots. Al sacerdote que fue nombrado Obispo Auxiliar de Barcelona, Sebastià Taltavull y a los dos diáconos permanentes que fueron ordenados hace unos días.
Con todos ellos deseo colaborar y a todos agradecer su servicio a la Iglesia y a la sociedad de Menorca. Pido a Dios que sepa estar, como responsable de la diócesis, a la altura de tan excelentes colaboradores.