Las noticias de asesinatos masivos en México ligados al narcotráfico se repiten tan a menudo que posiblemente dejaran de serlo algún día. Sólo recurriendo a la brutalidad extrema los sicarios consiguen llamar la atención de los periodistas que seleccionan el menú informativo de los medios de comunicación.
Al igual que ocurre en el terrorismo, los criminales de la droga persiguen provocar el temor de la población. Ya no se trata de evitar delaciones y traiciones sino que persiguen que cualquier ciudadano sea su cómplice.
El escritor mexicano Juan Villoro explicaba en un reciente reportaje titulado "Sangre sin fin en México" que eso es lo que les ocurrió a los 72 inmigrantes que fueron asesinados el pasado 24 de agosto en una granja de Taumalipas. Un comando de sicarios los había interceptado a fin de intentar reclutarlos para el narcotráfico. Les ofrecían dinero, comida y protección, pero ellos se negaron a ingresar en el crimen organizado.
En el infierno que parece el México de hoy, rechazar una oferta de los narcos es una ofensa que se paga con la muerte.