El coche duerme en la calle. En las Ramblas terminales o en el Madrid jamás reflejado en las postales, ancianos duermen, igualmente, en la calle. O al menos, lo intentan. Los cajeros son suites, frecuentemente inalcanzables. Muchos, los más, se cobijan bajo cartones en noches eternamente repetidas. Las que no tienen aurora. Son los mismos cartones que arroparon teles de plasma de cincuenta pulgadas; ordenadores portátiles o la última necesidad creada por los pescadores de consumidores. Quienes les cobijan son, en definitiva, y a modo de sarcasmo doliente, los hijos de los severos jueces que les condenaron al desahucio…
El coche sigue durmiendo en la calle…Lo observas tras los cristales, en una noche lluviosa que incomoda a Roig. A Roig le molesta la lluvia, porque sabe que ésta implica un recorte en su paseo diario…
- ¿Por qué te preocupa? -te pregunta-.
- No es el coche, en sí, Roig …
La lluvia se muda en paréntesis y salís a la calle. Lo observas de nuevo. Te percatas de que las letras de un "Se vende" que procrea se han ido diluyendo por el sol de las semanas yermas en una de sus ventanillas. Cerca, muy cerca, un grupo de adolescentes permanecen abúlicamente sentados en los bancos públicos de la avenida contigua. No parecen felices en la medianoche recién inaugurada… En esa misma calle alguien te contó que el dueño del automóvil ha perdido su puesto de trabajo, así como lo perdió su esposa. En un periodo de quince días. Él se acoge al paro. Ella no puede optar a él. Trabajaba en negro. Sus dos hijos permanecen ajenos al drama. Podrán resistir apenas unos meses -te comentan-. Las hipotecas y las entidades bancarias no duermen bajo cartones. Él no puede pagar la renovación del seguro de su "Seat". Tampoco el aparcamiento, ni el impuesto -uno más- de una pretenciosa ciudad con agua sólo oficialmente potable. Llenar el depósito es, ya, utopía…
El coche duerme en la calle… Es, sólo, un síntoma. Pero para tí, ahora, la crisis tiene nombre. Porque conoces al propietario. Porque conoces a su mujer. Porque sabes que son gente buena, en el sentido estricto de la palabra. Porque sabes que llevan currando durante décadas. Porque sabes que son decentes y, por tanto, están incapacitados para la cosa pública. O para lo que es, hoy, en este país de mierda, la cosa pública…
El coche dormía en la calle desde hacía ya mucho. Y tú y Roig pasabais junto a él. Pero no os incomodaba. Por la sencilla razón de que no conocíais a su dueño… Diariamente os divulgaban, maquilladas, cifras del paro… Pero no producían escozor. Porque no tenían rostro. Ni nombre. Tampoco los que morían/mueren en cualquier guerra. Por otra parte el coche no era el tuyo. El tuyo dormía en cochera y el sueldo aún te daba para alimentarlo. Tampoco el drama que materializaba era el tuyo. Los vecinos lo comentaban. Desde la tibieza. Nadie llamaba a la puerta del afectado. Nadie llama. Nadie llamará. Tampoco es su coche. Tampoco es su problema -se consuelan-. Pero ese coche, en concreto, ha tenido la virtud de hacer visible el drama, en Menorca siempre oculto… Y ahora, sí, escuece…
- Sois gilipollas -te espeta un Roig desconocido-.
- Lo somos…
En tu calle, en todas las calles de este país, únicamente transitan mudos. El coche no es, después de todo, sí, el suyo. Por ello -y por cobardía o por estados de opinión hábilmente creados o por adhesiones ideológicas atávicamente irracionales- no echáis, con vuestro voto, de una patada en los mismísimos a los inútiles y por ende prepotentes cuando os gobiernan; no exigís una oposición decente; no clamáis porque los sindicatos sean sustentados exclusivamente por las cuotas de sus afiliados; no vociferáis que el cine ha de mamar de su propio talento; no escupís a los corruptos; no denunciáis que la igualdad de la mujer no se pare en un ministerio sino en el trabajo digno que jamás tuvo la vecina de tu calle; no os atrevéis a decir que los enchufados y los cargos digitales son como los zombis que nunca mueren, pero procrean; que el Senado es una entelequia y una sangría; que el despilfarro no cesa; que os lavan incesantemente el cerebro desde los nuevos "No-do" a color; que han hurtado a los jóvenes valores éticos para aborregarlos (como a esos que yacen, si, abúlicos, en los bancos de tu avenida contigua); que los viejos jubilados pagan las "visas-oro" de los que sólo saben meter la mano en la caja del otro; que se está haciendo tarde… Como no queréis aceptar, tampoco, la parte proporcional de culpa: la de no haber sabido resistir a los cantos de sirena homéricos que os vendían que, para ser felices, era del todo necesario tener teles de plasma de cincuenta pulgadas, ordenadores portátiles o… Esos que fueron envueltos en los cartones bajo los que se cobijaban y cobijan, por la noche, los desheredados de la tierra. Bajo el símbolo de sus verdugos y los pecados de omisión vuestros…
- Algún día, Roig, todos los coches dormirán en la calle…
- Pero, y en analogía con un conocido poema, será ya tarde -te contesta-.