Llega con retraso, no exenta de polémica en el proceso de contratación –habrá que esperar a ver si otros licitadores recurren o no–, y sí, es uno de esos proyectos anunciados tantas veces que una se pierde en el laberinto de la hemeroteca, pero es sin duda una muy buena noticia. El despliegue de la infraestructura que permitirá dar cobertura de internet a toda la Isla resuelve una situación que muchos afectados no dudan en llamar tercermundista. Mientras en los discursos políticos abundan las palabras innovación y desarrollo, la realidad ha ido por otro lado y buena parte de la población quedaba excluida de una tecnología básica.
Porque sin entrar a debatir las bondades o perjuicios de la red de redes, lo cierto es que la vida real ya no puede, aunque una quiera, discurrir al margen de la virtual. Las tareas escolares, los trámites para matricularse en una universidad, las consultas cotidianas de cualquier índole, el caudal de información asequible a todos los ciudadanos e indispensable para muchos profesionales, el acceso libre a la cultura, la comunicación en tiempo real con familiares y amigos, y las vías de expresión existentes gracias a internet son algo ya irrenunciable. Que un 30 por ciento de los menorquines viva involuntariamente al margen de todas esas posibilidades es algo impensable.