Cuando nos enfrentamos al Barcelona en la cancha de baloncesto, se produce una lucha desigual pero apasionante. David contra Goliat. Cuando el pequeño se enfrenta al poderoso, vencer es la sorpresa. La vida está llena de situaciones en las que, más allá del resultado, lo que cuenta es la actitud de quien afronta la batalla. Lo único prohibido es rendirse. Quien no tiene nada que perder, tiene mucho que ganar.
De pequeño, había oído la historia de un joven pastor que hizo frente a un gigante. Los israelitas frente a los filisteos en el campo de batalla. Estos últimos, lanzan el famoso reto: un combate, cuerpo a cuerpo, frente a un guerrero descomunal, llamado Goliat, servirá para dirimir la contienda. Parece un buen método para ahorrar vidas. Pero Goliat es enorme, mide más de dos metros, y nadie se atreve a luchar contra él, temerosos de una derrota y una muerte segura.
Entonces, aparece el pequeño David, que apenas puede moverse con la pesada coraza, y decide luchar sin ella. Como no está entrenado para la guerra, sólo tiene su honda y su fe en la victoria (los menorquines, sabemos mucho de "tir amb fona"). Su adversario se burla de él cuando lo ve llegar, tan indefenso. Pero él, recoge unos guijarros por el camino y de una certera pedrada, mata al temible enemigo.
La proeza puede reproducirse en múltiples situaciones humanas: cuando nos enfrentamos con algo que parece superior a nuestras fuerzas: la enfermedad o una limitación física, la indómita naturaleza que arrastra cuanto encuentra a su paso, o tareas que ponen a prueba nuestras inciertas capacidades… El temor, acobarda y retrae, ofuscando la visión y paralizando nuestras habilidades. El cerebro, lo pinta todo negro cual petróleo, derramado en el océano, por el que navegamos perdidos.
Otra lección que se puede sacar del tema bíblico, es que el sacrificio de uno, puede servir para salvar a muchos. En cambio, el egoísmo, aliado con el miedo, conduce a la división y a la ruina.
Recuerdo el viaje de fin de estudios del instituto, que nos llevó a Pisa, Florencia, Roma. Nuestro profesor de Historia del Arte, Salvador Castelló, nos acompañaba junto a su mujer y otros profesores de aquel tiempo. En la visita a la galería Borghese, un guía nos comentó la escultura del "David", de Bernini. Una pieza de estilo barroco, toda tensión y movimiento petrificado. Nos hizo ver que el mismo artista, pudo sentirse representado por esa imagen, de alguien que arroja el proyectil de su vida, frente a lo que parece demasiado grande, hostil o peligroso. La victoria no depende de él, pero sí su valor, su determinación y confianza.
- Sepan ustedes, que en la batalla contra el destino, lo único cierto es que el temor y las dudas, son sinónimo de derrota.