Partidos de fútbol hay dos al cabo del año, el resto forma parte de la comparsa que anima los fines de semana. Montilla convocó las elecciones con la idea de que el "partido del siglo" despistara a los electores y, como siempre, sacar tajada de poder de esa operación, jugada propia de quien a falta de inteligencia y preparación ha sido listo para medrar en la vida a través de la política. Creó el problema y la televisión de Roures, la que decide los horarios, lo ha resuelto endosando el problema a los aficionados. El partido se jugará en lunes, el día de la semana pensado para todo menos para el fútbol, salvo que sea festivo, que no es el caso.
Ese es el primer tema de comentario de los miles que levanta siempre un Barça-Madrid, vulgar acontecimiento que une a intelectuales y manufactureros, capaz de arrebatar opiniones apasionadas de los más fríos y racionalistas pensadores como el añorado Manuel Vázquez Montalbán. Hace años ya que falta el análisis imprescindible de aquel admirado culé de pluma prodigiosa y envidiable perspicacia, cuyo recuerdo trae la alineación del Madrid a su paso por la pareja de centrales, Pepe Carvalho. Nos hemos perdido la improbable conversión al madridismo del creador de aquel detective, como se ha perdido la decencia del interés general de este partido, secuestrado por la tele de pago.