Cada sociedad tiene el estado de bienestar que puede pagar". Con esta frase tan lapidaria despachaba un economista un debate en el que habían discutido apasionados defensores del estado de bienestar -donde el Estado hace frente a los gastos de cuantiosos servicios sociales- con unos contertulios supuestamente expertos en hacer cuentas. Estamos acostumbrados a recibir de forma gratuita servicios considerados básicos que el Estado ha ido proporcionando a los ciudadanos. Y hemos creído que estas prestaciones son lógicas e inherentes a los años de lucha pugnando por conseguir tales derechos. Corrientes sindicales e ideologías de izquierdas lo han considerado como un logro social al que no puede renunciarse.
Y ahora, fruto de esa falta de circulante (vamos, que no hay dinero, solo deudas), empezamos a sospechar que viene el recorte de prestaciones. Los políticos, por el mal encaje que tienen esas proclamas, no las hacen pero es evidente que están ya instauradas entre nosotros. Nos quejamos de que precisamente son ellos, los dirigentes, quienes menos notan la diferencia entre ese recorte salarial y la subida del IPC que es lo que en definitiva hace que tengamos menos poder adquisitivo. Y apretamos los puños buscando el o los culpables de la situación en la que estamos y a la que parecemos abocados. Como es lógico, los dirigentes son tan irresponsables que no son capaces de asumir la culpa de esta ruina. O fueron los anteriores o ha sido una mano negra allende nuestras fronteras quienes han dilapidado la renta. Vamos, que era inevitable que nos encontremos en esta situación que usted y yo como tantos contribuyentes y cada vez más no contribuyentes pagamos. Nadie asume responsabilidades. De ahí que sean unos irresponsables, adjetivo que cínicamente matizarán admitiendo ser, si acaso, "arresponsables".
Dice ahora Jordi Pujol que sobra el Ministerio de Sanidad. Pues si nos atenemos a sus funciones, el expresidente de la Generalitat hasta puede tener razón… pero como tantos otros ministerios. Puestos a recortar gastos, ya saben lo que se cuece por la calle: que si el Senado, pinganillos, coches oficiales, y tanta burocracia que se ha multiplicado con las autonomías. Malversación. Muy mala gestión se ha hecho, sin responsables. Y de aquellos polvos…
Ante el eco que ha tenido en la prensa local, perpetro una pregunta: ¿Puede una sociedad como la menorquina aspirar a tener un cardiólogo? Parece que ponerlo en duda es ofender a los menorquines por situarlos en desventaja asistencial respecto a otros españoles. Es un debate similar al que se planteó cuando lo que faltaban eran oncólogos. Pero habiendo uno y otros ¿por qué no disponer de cirujanos cardiovasculares? (delicado aspecto que también fue objeto de debate). Y ¿por qué no radioterapia? ¿Por qué no neurocirugía? ¿Por qué no disponer en Baleares de un equipo de trasplante hepático? Pues simplemente, señores, no porque los menorquines sean gente de segunda categoría, ni mucho menos. Ni tampoco está el idioma catalán por medio como ha salido en los debates.
Pretender exigir catalán "tan solo" reduce el ya exiguo contingente de candidatos. Es cuestión de que hay pocos médicos, pocos recursos y la distribución no se hace por razón de justicia sino de oportunidad. Si la economía menorquina dispusiese de un presupuesto para sanidad cinco veces superior al vasco, por ejemplo, podría permitirse fichar a los médicos estrella de cada especialidad a golpe de talonario (vamos, lo que hacen el Barça o el Madrid con los futbolistas).
Un cardiólogo para llegar a serlo, aparte de estudiar seis años de medicina y superar el examen MIR, pasa cinco años haciendo la especialidad. Una especialidad que hoy día no se entiende si no está ligada a la hemodinámica (los cateterismos, vamos) como herramienta diagnóstica y terapéutica de primer nivel. O más aún, cuando se aplica a estudios electrofisiológicos y cirugía de arritmias, situaciones que precisan de un laboratorio y unidad de hemodinámica, algo que la economía menorquina está muy lejos de merecer (entiéndanme, por favor, la economía menorquina, no los menorquines) hasta que por lo menos crezca a unos niveles que multipliquen por cinco su riqueza actual (hacia el 2024 en las previsiones más optimistas). Pero esta conclusión, fruto de un análisis económico al hilo de la primera frase entre comillas, la conoce (o la debería conocer) cualquier político: saben que es así, pero no se atreven a decirlo porque queda mal, no es políticamente correcto decir que la razón coste/beneficio de tal o cual especialidad no es asumible para la sociedad de Menorca. Incluso en un adarme de mayor irresponsabilidad, para regalar oídos, algún político hipotecase los resquicios de la economía insular para marcarse la machada de montar una unidad de hemodinámica y fichar un crack de la cardiología. No está el horno para bollos, ni para vestirse con joyas sobre paños menores.
Hace falta leer dos veces lo que he dicho antes para que vean que no es ningún insulto ni ofensa a nadie (no está en mi ánimo y pido disculpas a quien pueda dolerle), sino una explicación del por qué de una queja que ustedes tienen todo el derecho del mundo a hacer. La realidad es que difícilmente un cardiólogo sacrificará su formación para reducir el ámbito de su competencia a un cometido que están haciendo soberanamente bien los colegas de la UCI y de Medicina Interna. Quienes están llevando a cabo esta tarea de atención cardiológica son conscientes de que existen pacientes que requieren atención por una unidad de electrofisiología, de coronarias, de cirugía cardiovascular, o en fin, de otros colegas que no se encuentran en el Mateu Orfila. Y por continuar en la misma dialéctica, ustedes mismos comprenderán que si en el horizonte se perfilan más recortes presupuestarios (los habrá gobierne quien gobierne pues China ya ha dado la vuelta a la economía mundial de manera irreversible), la falta de facultativos en Menorca ha de agravarse. Así que con el corazón en la mano les digo que hagan ustedes por cuidar a los que tienen porque con la que está cayendo es muy meritorio permanecer al pie del cañón sin desfallecer. Y no se fíen de la operatividad de los políticos: saben que la suerte está echada y solo van a salvar sus trastos. ¿Una solución? Otro día.
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* Máster en Dirección Médica y Gestión Clínica
Experto Universitario en Derecho Sanitario y Ciencias Forenses