Los partidos han empezado a ofrecer ideas y sugerencias de lo que quieren hacer si llegan al poder, estamos en tiempos de ofertas, y todos tienden a presentar propuestas para cambiar a mejor los servicios, los espacios y la vida en común. En general, idea aparece alguna; trampas, varias; ilusiones, muchas. No pasa nada por prometer imposibles, se ha abierto la veda con la única diferencia de que la caza está más despierta y ya no responde tan fácilmente a los señuelos. Conviene recordar, por ejemplo, que hace cuatro años se prometieron piscinas públicas en más de un municipio y ninguna se ha construido durante este mandato. Esta vez algo se ha ganado, nadie habla ya del asunto. Segundo, cuidadín con el lenguaje ambiguo que encabeza los panfletos de propaganda, esos verbos fomentar, impulsar, diseñar, proponer, plantear, pedir, reivindicar, exigir a Madrid, que suelen traducirse en buenas intenciones y ausencia de compromiso. Tercero, alerta con quien promete ejecutar en cuatro años lo que no ha sido capaz de hacer en 28, tipo ascensor del puerto de Maó, no hemos visto el primero y anuncian tres más. Todos hablan de una ciudad o un pueblo idílico, de parques, columpios y carril-bici, pero son muchos los que esperan que se hable de una ciudad o un pueblo donde haya trabajo o condiciones para crear empleo.
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