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Frustración

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Cuando los dirigentes políticos, de todos los partidos, niegan la realidad de la grave crisis económica que nos atenaza, o matizan, e incluso ocultan, las durísimas medidas que se van a aplicar para salir del pozo los ciudadanos sólo sienten frustración.

Ningún partido político con capacidad de gobierno, ni nacionalistas, ni PP, ni PSOE han tenido el coraje de explicar a los votantes, desde el principio, que se cerraba un ciclo de crecimiento y venían los duros tiempos de apretarse el cinturón hasta la hebilla.

No lo han hecho porque no convenía a sus intereses electorales y estos priman por encima del interés general. Porque han preferido vender entusiasmo ficticio antes que ser los heraldos del recorte.

Por eso, la gente se ha echado a la calle. Se sienten frustrados, decepcionados, estafados en sus expectativas vitales, tan falsamente prometedoras. No se sienten representados ni por el PSOE ni por el PP. Los primeros, porque se negaron a ver la que se venía encima y siguieron bailando mientras el barco se hundía. Los segundos, porque han hecho suyo el lema de "cuanto peor mejor" y siguen ofreciendo bajadas de impuestos sin enseñar la patita de su programa electoral que va a traer, todavía, recortes más duros.

Los "indignados" sienten que los partidos políticos viven de espaldas a la realidad de la calle y tienen razón. Posiblemente, si Zapatero hubiera tenido el valor ético-político de no negar la realidad que le advertían desde todos los foros económicos, y contarle a los españoles que la deuda privada era mucho más alta que la del Estado, que para pagarla habría que hacer grandes sacrificios, ni el país estaría ahora como está ni el PSOE se habría pegado semejante batacazo electoral.

El PP se empieza a preocupar (de ahí las descalificaciones) del crecimiento de la protesta del "15M". Las manifestaciones del pasado domingo sin ser multitudinarias fueron los suficientemente numerosas como para que el Congreso haya aceptado esta misma semana alguna de sus peticiones, las más banales eso sí.

Temen los populares que cuando todo el poder del Estado esté en sus manos la calle se les vuelva ingobernable ante el endurecimiento que preparan de la reforma laboral, la regulación de los convenios colectivos que se acaba de aprobar y otros tajos.
En los meses que quedan para las elecciones generales, la gestión de los nuevos presidentes autonómicos del PP va a ser un test muy eficaz para conocer parte del programa económico tan celosamente guardado por la calle Génova.

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