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Mentes despiertas

El viaje

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Recuerdo aquel chorro incesante de agua caliente de la ducha. Era mío, mío y solo mío. Fue una época en la que todo lo que había a mi alrededor era para mí o por mí. Fue cuando el tiempo a mi disposición era interminable y fue mucho antes de saber que el deporte infantil es capaz de devorarse tú fin de semana de siesta sabadera y gimnasio chuliguay. Era por entonces, lo confieso, un Yoista de campeonato, pues exprimía todo a mi aire y a mi real gana. ¡Qué tiempos aquellos, qué recuerdos!. Pero si os digo la verdad, no lo añoro en absoluto pues ahora soy feliz, después de haber dado un paso adelante. No es por el reloj biológico, por contentar a la familia o por alguna de esas guasas que arruinan vidas. Es porque he descubierto algo nuevo, lo que significa "el nosotros", un concepto clave para la vida, algo esencial para el desarrollo personal, y por supuesto una clave para trabajar con personas o para personas.

La razón de mi descubrimiento es que a medio camino de la madurez, cuando ya era un caso perdido, o eso decían quienes poco o nada me conocen, me encontré, primero con el amor de mi vida y después, unidos a ella, a dos niños adorables y a una minúscula mascota. Cuatro seres especiales y muy queribles que decidieron, adoptarme, aceptándome como soy, para después cambiarme maravillosamente la vida y poner muy a punto, en su especial taller de vida, mis habilidades, mis capacidades y por supuesto mis actitudes. Las mías y las suyas, vamos, que este proceso es una calle de dos direcciones.

Pues sí queridos lectores y lectoras. El amor me ha llevado a tener, atentos, porque lo digo por primera vez, una familia o algo muy parecido pues no se trata para los más rigoristas de esas familias de película de Alfredo Landa en tarde de domingo, No. Os estoy hablando de una bien moderna, una de ahora, con madre trabajadora y divorciada, con niños internetizados y blackberrizados, una familia con periodos altisonantes y transiciones varias incluidas. Una familia con una vida normal en estos días, una familia, a la que adoro como si fuera mi tesoro, una familia que tiene actores, actrices y como os he adelantado, una mascota de Disney. De mi pareja os escribí tiempo atrás pues es un prototipo de mujer con la vida cuesta arriba que se ha reinventado y ha conseguido éxito personal y familiar a base de esfuerzo, exprimiendo sus oportunidades y con el horizonte de sus niños entre ceja y ceja. Mery, además de una coach de impresión para mí, es una superviviente y una referencia para quienes la rodeamos. Hay más, El, el niño, tiene la mirada y el aspecto de un James Dean de estos tiempos; vamos que, el chaval, surfero, cachitas y deportista de élite, es guapo a rabiar, simpático a raudales cuando quiere y tiene, por arte de las hormonas, ese sorpresivo gracejo de las cosas que se fríen en aceite caliente. O sea que en cualquier momento va, salta y te salpica un ojo, con lo que escuece... Pero como nunca dejas de comer fritos aunque te quemara un día el aceite, pues con el Pincho, que así le llamo, a mí me pasa lo mismo : Veo en él un magnífico proyecto de hombre -lleno de valores que admiro y comparto-e intuyo que está empezando a crecer, pues ya ordena sentimientos que en ocasiones le desbordaban, aunque a veces lo haga con menos tacto que Pedro Picapiedra al tratar con su Vilma. También está ella, La niña, Tata, que va creciendo por minutos, tanto que asusta, pues de la noche a la mañana, le miran los niños y hasta lleva bolso la condenada. Ella es igualmente bella pero lo es en estilo más clásico, como el de Audrey Hepburn en Vacaciones en Roma. De apariencia falsamente frágil, es muy cumplidora y normativa, tremendamente grupal y tiene una querencia entrañable por recibir mimos mientras se enrosca a ti (solo cuando ella quiere, claro). A este pequeño diamante se le atisban, siendo aún pequeña, algunas habilidades, como una facultad estupenda para todo lo artístico (incluido imitarme) y la capacidad alucinante de ver con claridad que es justo y que no, percibiendo asimismo, que cosas hacen daño a terceros y que no les afecta. Empática y sensible, el día que sepa decir no y sobre todo cuando se dé cuenta de que resulta imposible contentar a todos a la vez, será una persona de órdago a la grande. En esta enumeración de seres que amo, le sumamos que tenemos un perro, rico riquísimo Y no precisamente de esos con los que cuando los paseas inflas el pecho cual macho machote, no. Es un perro miniatura, y cuando paseamos juntos, yo ufano y grandullón, el pizpireto y juguetón, hacemos una estampa digna de un par de risas, o de tres, si me apuras. Es que el perro, Currito, es minúsculo pero grande a la vez. Si estás triste, te come la oreja; si te tiras a la piscina, se agobia por ti y quiere salvarte. Ciertamente nuestro Currito, con su actuar, define la palabra lealtad. Allí donde vas siempre está contigo. Sobre todo si vas a la cocina....

Llegados a este punto, como esto son hojas salmón en un diario de prestigio y ya he vuelto a contaros mi vida, toca sacar moraleja de lo anterior y aplicarlo a la empresa y a la gestión de personas. Para arrancar con ello debería de deciros, que nunca hubiera llegado a conocer y desgranar a mi familia si sólo mirara mi ombligo, de la misma manera que no puedo dirigir equipos, integrarlos o solucionar sus conflictos si no pongo una parte de mí en lo que hago en el trabajo; Y esto es así porque creo que solo algunos seres tipo Psicosis de Hitchcock son capaces de sobrevivir a personalidades múltiples, de ahí que venga al pelo deciros que demos las vueltas que demos a la pócima o a la propia marmita, la realidad es "Así eres, así vives, así trabajas", con lo cual modestamente creo que lo demás es ir contra corriente y llenar armarios con esqueletos que un buen día pueden visitarte y darte un buen susto que te lleve directo al diván. Por ello creo que en la gestión de uno mismo y muy especialmente ante los cambios, no debemos olvidar que en la manera de llevar nuestra vida personal, están las claves de cómo trabajamos, Y viceversa. Así, hay que tener claro, desde el punto de gestión, que hay que utilizar sistemáticamente herramientas que te permitan captar y mantener para tu organización, con sencillez pero con determinación, personas que puedan vivir y trabajar como son y de acuerdo a como se vive y trabaja en la empresa y a sensu contrario, si buscas empleo, busca (o permanece) allí dónde puedes vivir y trabajar como eres, pues es un tema importante alinear el ser (yo) con el estar (nosotros/as) ya que si no es más que difícil hacer cosas y más al ritmo que exigen las empresas competitivas.

Os digo que, superando el egoísmo y el atávico sentido de supervivencia, hay cosas simples que a veces obviamos en nuestra manera de relacionarnos, tanto en lo personal como en lo profesional, lo que acaba volviendo como un boomerang lleno de frustración, que nos ensimisma y al final nos vuelve a colocar en la casilla de salida, la del Yoista; Por ello os digo que al menos en mi viaje del Yo al Nosotros, en ese viaje iniciado y sin retorno, siempre soy sincero, nunca renuncio a conocer a quien me rodea y sus circunstancias, soy inflexible en practicar el respeto a quienes son distintos a mí, me esfuerzo por ser empático e integrador con lo que desconozco, admito que cada día puedo aprender, invierto siempre tiempo en comunicar lo que pienso o lo que me preocupa facilitando con llaneza a los demás que tengan un camino hacia mí idéntico, practico siempre el autocontrol para ser capaz de no entender el trabajo, o la familia como una pelea de animales en la selva, nunca me creo que las Personas que dirijo o las empresas en las que trabajo son mías, me mido en gestión de personas por como soy capaz de sacar los mejores resultados del peor profesional a mi cargo (porque esa es mi responsabilidad) y tengo claro en cada momento una dirección hacia dónde ir, sabiendo que ha de ser siempre en positivo y con ética.

Aunque no es fácil este camino ya que en esta lucha a veces no dan medallas, si no bofetadas y rodillazos, yo me motivo sabiendo qué si no hubiera hecho este viaje me habría perdido a La Mery, al Pincho, a la Tata, a Currito y en lo profesional a jefes y compañeros como Antonio C, Juan, Pelu o Marta que han hecho de mi trabajo una gozada y de la mía, una vida plena. Por ello he dejado mi egoísmo natural para compartir y trabajar en equipo, porque vivir sin personas como éstas, u otras que tú o yo tenemos cerca cada día, no es vivir. Es otra cosa. Estoy seguro. Os lo dice alguien que ama, vive, trabaja, comparte y es rematadamente feliz. Porque es posible. Si tú quieres, claro.

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