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Sin flash

Un paseo por el Sena

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Se juntó la última película de Woody Allen, enterarse de que había un vuelo directo Menorca-París, aquella escena romántica de Casablanca (aunque su parecido con Bogard fuera inexistente)…decidió sorprender a su mujer con un viaje a la ciudad del amor y la revolución. "Liberté, Egalité, Fraternité": bonito lema que cambió el mundo para siempre.

El efecto fue sobresaliente. Te veo más joven – le dijo ella – con una sonrisa enigmática.
Les dieron la habitación 102. Empezaron a pasear por calles y jardines interminables. Hacía fresquito. Pero estaban en el corazón de Europa. Sobre la parte más antigua, "l'Île de la Cité", en medio del río, con su catedral de Notre Dame, habitaba la tribu de los parisii, que acabaron dando nombre a la ciudad. En las noticias de la tele, dan informaciones inquietantes sobre la situación en Grecia. Todo pendiente de una reunión y un acuerdo entre Alemania y Francia. Miedo al efecto contagio.

El Metro de París, que no es de platino iridiado, sino que suele ir atiborrado de gente; tiene estaciones con nombres como: La Peletier, Gare du Nord, Bastille…En el Museo del Louvre, frente a la Gioconda, miles de personas y de cámaras disparan fotos sin parar. Apabullantes, los tesoros de Egipto. De pie, frente al Escriba Sentado, datado entre 2480 y 2350 antes de Cristo, ves que es demasiado arte para poder abarcarlo en un "jour".

En el hotel, Corine, la recepcionista, una jovencita rubia y muy eficiente, informa muy bien. - ¿Dónde se puede coger la barcaza que da un paseo por el Sena? A través de todo el recorrido, se pueden ver muchos lugares emblemáticos, como la torre Eiffel. Unos veinte puentes atraviesan desde una orilla a la otra. Romanticismo fluvial. Grandiosidad en los edificios y monumentos, legado del absolutismo de reyes y emperadores; gente durmiendo en los portales, a la intemperie; mendigos y vendedores ambulantes que intentan subsistir entre tanto lujo y riqueza. El turista tiene que tener cuidado con timadores y carteristas.

Cafés que tienen sus terrazas con las sillas en fila, mirando hacia la calle. A los parisienses les gusta dejarse ver y, supongo, que también mirar. Sentado en uno de ellos, te asalta la idea de que a Europa le falta una Constitución que la unifique más allá de lo económico.
Al día siguiente, le tocó el turno al Museo de Orsay. Se pone a llover en pleno julio. De camino, hay que comprar paraguas y una chaqueta para no quedar "congelé". Los pies chapotean bajo la lluvia (chof, chof…), tú no eres Gene Kelly, y la cola da la vuelta a la manzana. Resumen del mundo en que vivimos. Gentes de todos los lugares, lenguas y culturas del planeta, se pasan horas esperando para contemplar unas obras de arte. Obras que nos han hecho como somos. Seguimos los pasos de literatos, pintores, filósofos…

Al regresar, el avión lleva un poco de retraso (dejar París siempre es difícil). Ha habido acuerdo y las bolsas vuelven a subir eufóricas. Expresión de Mona Lisa. Al borde del precipicio económico (que se desplaza a EEUU), recuerdas que para Europa, sería válido el bonito lema de los tres mosqueteros: "Todos para uno; uno para todos".

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