Hoy es el día de la cita con las urnas y, dada la coyuntura, estaría muy bien que todos los ciudadanos con derecho a voto acudieran a los colegios electorales. Nunca se han celebrado, en la todavía joven democracia española, unas elecciones en tal estado de zozobra. Vienen tiempos muy duros y van a llover palos, por lo tanto nadie se puede sentir ajeno.
Desde el año 2000 no se celebraban actos de cierre de campaña porque el terrorismo (islamista o de ETA) se encargaba de sembrar la tragedia en esas fechas. Mañana los votantes no van a ejercer su derecho conmovidos por las terribles imágenes del atentado islamista contra los trenes en Madrid ni por el asesinato del concejal socialista Isaías Carrasco a manos de ETA, pero la incertidumbre económica y el alcance de los recortes que se van a producir sí o sí, crea una sensación igualmente opresiva.
Mariano Rajoy pidió desde una emisora de radio a ese ente abstracto que son los mercados "un mínimo de margen y que ese margen dure más de media hora" sabiendo que ese llamamiento se perdió en el éter. Si los especuladores creyeran que la llegada de un gobierno del PP, incluso con mayoría absoluta como predicen todas las encuestas, fuera la solución ya habrían aflojado el cerco contra la deuda española que nos ha tenido al borde de la intervención los últimos días de campaña.
Si se cumplen los pronósticos, a Mariano Rajoy, pese al éxito en las urnas, le espera una tarea durísima. Pues no depende de su "sentido común" el que la grave crisis de la eurozona se solucione de la noche a la mañana como ha llegado a decir alguien de su equipo. Va necesitar el apoyo de una oposición más responsable que la que ha ejercido el Partido Popular para poder cumplir los objetivos de déficit que Angela Merkel ha fijado a toda Europa.
Eso significa recortes, pero recortes muy duros. Aunque ha repetido varias veces que las pensiones son intocables, si por fin se acepta la propuesta de copago de los medicamentos en función de la renta, los jubilados pueden dejarse en las farmacias la mitad de su prestación.
Como esta crisis está arrasando los gobiernos de media Unión Europea, no se puede descartar que el próximo ejecutivo que salga mañana de las urnas queme su prestigio político sin llegar a los cien días de cortesía. Mañana podemos asistir a una tormenta apocalíptica en el seno de PSOE, donde las navajas aguardan la madrugada, y una eclosión de euforia en el PP con los días contados.
En cualquier caso, dados los precedentes de lo ocurrido a los vecinos de Italia y Grecia (los primeros con una coalición de derechas dirigida por el ínclito Berlusconi, y los segundos con un gobierno socialista), los españoles debemos disfrutar, en lo que vale, de la posibilidad de elegir a nuestros gobernantes. Así que hoy, más que nunca, hay que ir a votar.