El pasado sábado día 17 de diciembre fueron beatificados en la Catedral de Madrid 22 religiosos "oblatos de María Inmaculada", y un seglar muy unido a ellos, el padre de familia don Cándido Bastán. El decreto de Benedicto XVI en que se reconoce el martirio de estas personas había sido promulgado el 2 de abril del presente año.
El acto solemne de la beatificación lo llevó a cabo en nombre del Papa, el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, con asistencia de numerosos obispos, especialmente relacionados con los beatificados que procedían de diversas diócesis españolas. La celebración resultó altamente emotiva por muchos conceptos, ya que casi todos estos testigos de la fe, inmolados en 1936 eran estudiantes muy jóvenes, que con gran ilusión se disponían para un futuro trabajo apostólico sobre todo en países de misión, labor a la que especialmente se encaminaba la congregación a la que pertenecían. Además fue muy destacada la numerosa participación de familiares de estos mártires, veintitrés de los cuales llevaron al altar otras tantas palmas verdes, símbolo tradicional de martirio, que colocaron al pie de la pintura que se descubrió junto a las gradas del presbiterio representando a todos estos bienaventurados.
Había varios hermanos de los beatos, así como numerosos sobrinos y parientes suyos en diversos grados. También hijos y nietos del seglar martirizado junto con los religiosos. Se hizo notar la fecundidad espiritual del martirio, ya que bastantes de esos familiares han abrazado la vida sacerdotal y religiosa. Una nieta del beato Cándido Bastán, religiosa contemplativa concepcionista, vistiendo su hábito blanco y manto azul, participó en la plegaria de los fieles implorando el incremento de vocaciones a la vida consagrada.
El cardenal Amato en su homilía destacó la tragedia de la persecución antirreligiosa de los años '30 en España, y acerca de los mártires afirmó que "su único deseo era hacer el bien y anunciar a todos el Evangelio de Jesús, que es una noticia de paz, de gozo y de fraternidad".
Estos mártires fueron inmolados, sólo por razón de su fe, en tres fechas distintas: el 24 de julio en la Casa de Campo (Madrid), y el 7 y 28 de noviembre de 1936 en Paracuellos del Jarama. En la víspera de la fiesta del apóstol Santiago los futuros mártires pudieron subir a la torre del Seminario en el que estaban detenidos y allí comulgaron. Para algunos esta comunión vino a ser el viático porque fueron inmolados el día siguiente. Un sepulturero que se vio obligado a presenciar la escena del martirio, afirmaba que uno de los mártires, que era sacerdote pidió que le dejaran ser el último en morir. Dio la absolución a sus compañeros y dijo: "Sabemos que nos matáis por católicos y religiosos: lo somos. Tanto yo como mis compañeros os perdonamos de todo nuestro corazón. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España!". Otro dejó escritas en rojo en la Cárcel Modelo estas palabras: "Madre, me llevan a matar. Muero por Dios. No lloréis, me voy con Dios. ¡Viva Cristo Rey" Y firmaba "Publio".
La congregación a la que pertenecían estos religiosos se denomina de los "Oblatos de María Inmaculada". No podía resultar más apropiada la palabra "oblatos" de origen latino y que significa "ofrecidos", puesto que estos mártires se ofrecieron generosamente para la obra de evangelización, y luego para dar el supremo testimonio de amor. Jesús reconocía esta generosidad con estas palabras suyas: Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos (Jn 15,13).
El fundador de la congregación de los Oblatos de María Inmaculada fue el obispo de Marsella san Eugenio de Mazenod, quien en 1851 puso los cimientos de la gran basílica del santuario de Ntra. Sra. De la Guardia, desde la cual, después de postrarse ante la Virgen, salían miles de misioneros hacia los países más remotos. Del puerto de Marsella, en efecto, zarpaban muchas naves hacia muy alejados destinos. Actualmente la congregación fundada por el santo está extendida por todo el mundo y cuenta con gran número de novicios aspirantes a la vida misionera. El superior general de los oblatos considera que ese florecimiento de vocaciones es fruto de la generosa entrega a Dios de esos mártires de España ahora beatificados.