Amigo lector, ¿y tú cómo estás de brazos y de piernas? Lo digo porque a este paso para ir a la Península tendremos que ir nadando, en kayak o con 'sa tèquina xino xano'. Por si no te habías enterado, Spanair cierra el chiringuito. La crisis, que es muy perra. Pero todo cataclismo tiene su punto bueno. A los que mandan, los inquilinos del edificio gris de la Plaza Biosfera en Maó, no les quedan más comodines para negociar lo que la Plataforma El Transport Aeri Ofega Menorca viene luchando estoicamente desde hace ya más de 25.000 firmas, unos billetes de avión menos caros. Porque ahora el que quiera ir desde Menorca a Barcelona, por ejemplo, tendrá que pedir permiso y disponibilidad a Air Nostrum, que nos clavará lo que le venga en gana por aquello de que cuando la oferta es ínfimamente menor a la demanda, al usuario le toca apoquinar sin rechistar lo que le pidan.
Eso o fomentar la imaginación en la Isla, a la par que el aplomo. Quizás, como medida de protesta, los menorquines deberíamos realizar una excursión en kayak hasta Mallorca, para ir a ver al jefazo en el Consolat de Mar y si él no dice nada, invitarle a que se una al paseo y llegar hasta Barcelona para luego tomar la A-2 hasta Madrid y allí, literalmente, indignarnos, con los kayak y todo. Claro que justamente este fin de semana llega la primera ola de frío, por lo que si os parece, mejor nos indignamos la semana que viene, a partir del miércoles, que lunes y martes tengo libre. O mejor aún, guardamos la furiosa indignación que nos corroe por dentro y no nos deja vivir hasta que llegue la primavera, que ya hará más buen tiempo y podemos aprovechar la visita a Barcelona para tomarnos una paella en la Barceloneta y regarla con una buena sangría.
No es broma. Aunque Spanair no quiera, lo que está pasando es una bofetada a nuestros derechos como ciudadanos. Ahora resultará que salir de la Isla será un privilegio al alcance de un selecto grupo de personas por los precios abusivos, pero aquí el personal no dirá ni pío. Nos contentaremos firmando un papel con el que tranquilizaremos nuestra conciencia y luego, a apoquinar cuando la necesidad así lo requiera.
Vamos, lo de siempre. Que nos hemos acomodado y dejamos que nos toquen la cara como y cuando quieran. Y encima nos cobran por ello. Pero tranquilos, que nadie se preocupe porque tenemos, simple y llanamente, lo que nos merecemos.
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