Falta, al menos, que alguien diga que esta será la última vez, la última reforma, la definitiva hasta que se revierta, que ya no habrá otra peor que la mejore, que lo próximo que se haga, que el siguiente palo, será en otro sentido, hacia otro colectivo, concretamente contra los que tengan la culpa y mantienen ahora la boca cerrada y las cuentas todavía llenas; falta que las riquezas que han colapsado la economía repartan de nuevo las fichas, que la avaricia escancie sus ganancias y alivie la miseria, falta que alguien pida perdón, que alcen la mano los culpables y se inculpen, que se reconozca el error y se haga público para que no se repita, para que no vuelva a suceder sin alevosía, para extirpar del sistema las malas prácticas que lo inhabilitan; falta que se arranque de raíz el verdadero problema, que no se esconda en otras causas, que no recaiga el peso del derrumbe sobre los más cargados y los más débiles, que se deje de golpear por la parte menos dura, al colectivo más numeroso y frágil, falta una reforma estructural que plante cara a los que cíclicamente siembran de tanta miseria sus beneficios.
Falta, también, que se diga que no es para siempre, que cada paso hacia atrás será debidamente inventariado para traerlo luego de vuelta cuando las cosas vayan mejor o hacia algún sitio, cuando la economía repunte y se diluya la crisis; falta que cada medida y que cada reforma se aplique con carácter coyuntural , por el momento y mientras no se sepa otra manera ni se conozca otro camino, hasta que las presiones externas desaparezcan, se destense la confianza y se dispare la economía hacia otro futuro más experto; falta una fecha límite, un día en el horizonte, hablar de calendarios, falta que se comprometan a devolver lo prestado, a que confirmen que así es, que no se lo quedan; falta que salga alguien y diga bien alto y claro que esta reforma no hubiera evitado la crisis de haber estado implantada antes de que irrumpiera y que tampoco la combate, que es sólo una forma precipitada de reaccionar a ella, una manera de sobrevivir a su impacto, un acto reflejo y de cara hacia fuera; falta que se haga patente, que se demuestre, que nadie está aprovechando este pésimo momento, esta crisis, para colarnos los retrasos de su ideología, medida a medida, pidiendo esfuerzo y comprensión de momento pero para siempre.