Continua el baile. Semana tras semana España sigue dando la nota por no conseguir dar con la tecla. Tal vez sea que Merkel se haya quedado con el teclado. El ratón parece ser que no, a ella le gusta ser gato y que le sigamos el juego. Y es que gato con guantes caros caza ratones con un chasquido. Y ese es el son al que baila el gobierno. Aquí todos bailan al ritmo del dinero. Las ideas no importan. La política no importa. La gente no importa. El futuro no importa. ¿Tienes dinero? ¿Sí? Pues usted dirá, a mandar, hasta que se le acabe. A mi me dura la paciencia lo que a usted la cartera. Ya lo sabe.
Continua el compás. Las cifras bailan al ritmo impar de la avaricia. Unas suben encareciendo la vida y otras bajan abaratando la muerte. Mientras tanto la prima de riesgo sigue descalificándose a sí misma desmoronando países a control remoto. Hay personas que pegan un brinco cada vez que a España le sale más caro el dinero, un salto de alegría, una alegría repleta de ganancias. Son esas mismas personas a las que los países han de comprar el dinero cada vez que no tienen. Comprarlo a cambio de deuda, claro. Deuda a cambio de deberlo todo, por supuesto. ¿No tienes dinero? ¿No? No te preocupes a mi me sobra para dejarte, eso sí, a cambio de que me hagas rico por el camino de devolvérmelo y con la condición de que estoy haciendo una compra, de que eres mío hasta que no pagues y que hasta entonces yo decido por los dos. Toma, coge el dinero con el que me vas a hacer rico. Anda, cógelo ya es todo tuyo y tú eres mío.
Se repiten los pasos. Uno tras otro sin movernos del sitio. Avanzamos pero hacia abajo buscando una salida que cada vez nos queda más arriba. Todo se reduce, todo tiende a menos, como si hubiéramos adquirido la nada a plazos. Incómodos plazos. Plazas incómodas. Mordazas. Presión y presión: represión. Ahora hay que indignarse de puntillas. Sin hacer ruido. No es bueno despertar a la desconfianza que siempre duerme con los ojos bien abiertos, dicen, y que siempre sueña que nos pilla algún engaño y nos hace pagarlo. Pero el silencio mece también a la justicia y se duerme con los ojos vendados y soñando que lo ve todo sonríe, esperando el ruido que la despierte. Porque no es sorda.