Repasando el dietario me doy cuenta de que dejé de escribir sobre un tema de gran interés, que debí publicar días después de Reyes. Ello me demuestra que una no siempre hace los deberes, ni va al tanto de los apuntes y anotaciones que figuran en el mismo. A los de mi edad, y mayores también, les agradará evocarlo, otros apenas han oído hablar de ello, y a los más jóvenes, els hi vindrà de nou.
El 9 de enero de 2012, se cumplieron 120 años de aquel lejano 1892, en que se constituyó la Sociedad General de Alumbrado, tras muchas reuniones, discusiones y cuanto deriva de tener que formar una sociedad de tal envergadura. Si difícil resultó alcanzar suficientes socios, y su capital respectivo, el hallar una parcela para edificar la fábrica no debió ser fácil. Debía encontrarse en el puerto, entre otras cosas para facilitar la descarga del carbón mineral.
Desde tiempos atrás nuestro puerto era visitado con asiduidad por buques de carga de nacionalidad inglesa con sus cargamentos de carbón mineral, procedentes de distintos puertos, los más frecuentes, Newcastle y Cardiff. Añadiendo que los clientes de los mismos, siempre muy respetados, entre ellos La Marítima, la Eléctrica Mahonesa los talleres mecánicos de Francisco García y la propia Fábrica del Gas.
Días después, la prensa de la época publicó el nombre de cada uno de los socios, dando a conocer una vez más a hombres preocupados por la economía y el bienestar de nuestra ciudad, aportando un capital de doscientas cincuenta mil pesetas. Una fortuna.
Fueron sus fundadores D. Juan Taltavull García, Juan J. Rodríguez Femenías , Juan Martorell y Caules, Sebastián Vinent, Juan F. Taltavull Galens, Antonio Sintes Cardona, Miguel Estela Calafat, Juan Clar y Alaquer, Agustín Landino y Vives, Rafael Pons Borrás, Mateo Fuguet Sintes, Francisco Terrés Pons, Santiago Maspoch Meliá, Baltasar Tudurí Sans, Pablo Ruiz Verd, Mateo Seguí Fedelich, Gregorio Femenías Riudavets, Pascual José Hernández Olives, Juan Hernández Baselini, Miguel Parpal Tudurí, Damián Bagur Sintes, Gabriel Llambías Fuster, Pedro Taltavull Olives, Francisco Ruiz Verd, Emilio Dallard Fialón, Francisco Fábregas Maspoch, Antonio Tudurí Ponsetí, Francisco Timoner Gornés, Francisco García Pons, Miguel Llopis Riudavets, Bartolomé Ponsetí Olives y Antonio Cardona Pomar.
Curiosamente, muchos de ellos se encuentran en otras reseñas siempre "posaven els doblers els mateixos".
Ante el notario de Mahón don Francisco Mercadal Pons, fueron firmando uno a uno.
D. Juan. J. Rodríguez Femenías, obrando en nombre propio y como director gerente del banco de Mahón.
El primer director gerente fue don Juan Taltavull Galens y los vocales propietarios, los siguientes señores:
Taltavull García, Estela, Terrés Pons, Rodríguez Femenías, Tudurí Sans, Llopis Riudavets, y Ruiz Verd.
El proyecto era ambicioso, costoso, debiéndose canalizar las calles de la ciudad por donde debería pasar el gas, llegando a los domicilios deseados, que sorprendentemente fueron muchos, más de los que ellos llegaron a pensar.
El tiempo transcurría y el Ayuntamiento no les daba el permiso, esto fue el 4 de marzo.
En otras ocasiones ya he relatado que desde donde hoy se encuentra el restaurante Jágaro hasta la puerta de entrada del parking privado de los apartamentos 222 eran huertos, muchos cañaverales debido al terreno arenoso. El espacio que adquirieron para la fábrica del gas, pertenecía a doña Concepción Gradoli y Moragas, viuda de Ládico y a su hija Antonia Ládico Gradoli casada con D. Fernando Rodríguez de la Encina y Valparda, barón de Benimuslem y a la sazón delegado del Gobierno en Menorca, el cual actuó como apoderado de ambas señoras.
Dos mil seis metros fueron los segregados de la denominada huerta de la Punta des Moreret, siendo su importe de doce mil quinientas pesetas que le fueron abonadas ante el notario don Francisco Andreu Pons. Transcurrido un año, la sociedad se vio precisada de comprar una porción de 421 metros cuadrados sense cap problema.
Escuché, entre el mecánico de la motora y sus amigos, el chaparrón que sufrieron los hermanos Ruiz Verd, los mismos que en el Cós Nou, fundaron La Anglo-española. Las críticas fueron debidas a que nuestra ciudad se encontraba dividida entre los gasistas y los electricistas, o se pertenecía a uno o a otro, pero lo incomprensible era el ser de ambos. Es fácil adivinar que los Ruiz Verd iban a la pela, como dicen algunos… la pela es la pela, si daban su conformidad a ambos rivales, significaba trabajo seguro, si bien los de la Anglo montaron un motor a la vez que se inventaron algún artilugio para la Eléctrica Mahonesa, el señor Andreu, que siempre demostró ser una persona muy espabilada, no esteia agafat amb canya, les dio la espalda decantándose por Miguel Parpal Tudurí, uno de los más grandes en el ramo del siglo XIX y principios del XX, del cual me honra haber escrito su historia, siendo publicada por vez primera en este diario.
Sin duda para los habitantes de esta ciudad debió ser entretenido. La prensa se vio involucrada entre gasistas y electricistas. Familias peleadas a mort y amigos que dejaron de serlo. Comercios dedicados a uno u otro ramo, y dos oficios en alza, ante una juventud deseosa de involucrarse lejos de las ruedas de zapateros.
Las mujeres debieron refunfuñar, ellas siempre tan limpias, tan aseadas, barriendo de buena mañana su portal, el levantamiento de la calzada, formándose largos canales por donde pasaría el gas. Antes de todo ello su precio ya estaba marcado, 0,40 céntimos el metro cúbico. La introducción del uso del gas en sus dos vertientes domésticos, harían desaparecer los fogones de carbón y el alumbrado en el resto del hogar. Ni carburo, ni petróleo, ni lámparas de aceite. La fábrica de gas de hulla inaugurada el 3 de septiembre de 1892, situada en el Andén de Levante 217. Según la prensa de la época, daba trabajo a treinta empleados y su producción de cinco mil metros cúbicos de un gas de bajo poder calorífico.
En la página de anuncios de "La Voz de Menorca", se encuentra una de aquellas propagandas donde se lee: Sociedad General de Alumbrado. El gas, por sus condiciones de luz, precio y comodidad, es en el día, el sistema de alumbrado más práctico y ventajoso de cuantos se conocen, tiene gran aplicación como calefactor económico en los usos domésticos, proporciona fuerza motriz para dar vida a las pequeñas industrias y facilita las instalaciones, en teatros, casinos y cafés (sic).
La mayoría de casas de nuestra ciudad, disponían en la entrada, junto a la puerta un lugar destinado al contador, pintado en color granate. Una especie de ventanilla cubierta por una tapadera de metal, que todos los meses era vigilada por el inspector, tal cual hacía el de la eléctrica. Para disponer de fluido no había más que echar en una hendidura la moneda dorada hecha expresamente para recibir gas.
Mi familia adquiría las monedas en casa de Cosme Huguet, mientras él trabajaba remendando el calzado del vecindario, a su lado se encontraba su madre, una señora mayor de aspecto dulce, que lamentablemente había perdido la vista y se ganaba unas pesetillas con la venta de las monedas. Sobre su regazo disponía de dos bolsas de tela, una con las piezas a las que me refiero, en la otra el dinero de manej. Su nuera, n'Anita, que era como una hija, solía ayudarla y no digamos de sus nietas y su nieto también, todos volcados en torno a s'àvia.
Queda mucho por hablar, el tema tos ferina, entre ellos, en otra ocasión procuraré volver sobre el mismo. De encontrarse en estos momentos junto a mí el de la motora me diría:
Sobre todo no te olvides d'en Miquel des Castell, muy buena persona y muy querido con el que llegaron a ser familia ( me aventuro a decir que se trataba del abuelo del reverendo Joan Miquel Sastre Portella, de no ser así, pido disculpas)
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