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Sin flash

Nunca toca

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Según la prensa, una empresa del Parque Tecnológico del Vallès (Barcelona) ha creado una página de Facebook, donde los usuarios pagan por jugar con máquinas tragaperras que no les dan ningún premio. Si, han leído bien. Parece que había problemas legales con las retribuciones de tipo económico, pero ese pequeño detalle no los desanimó en absoluto. En esta época virtual y desconcertante, se han visto sorprendidos por el éxito y ya cuentan con más de 20.000 seguidores.

Parece que la cuestión, es jugar por el placer y las esperanzas que genera. Ahora resultará que no somos tan materialistas ni peseteros como pensábamos. Somos "ludófilos" (aunque en el diccionario solo existe la palabra ludópata). O juguetones. Nos gusta experimentar y probar las cosas, para ver qué pasa…o intentarlo de nuevo, si no nos sale bien a la primera. De ilusión, también se vive. Y tan triste resulta una ilusión de pobre, como un rico que ha perdido la ilusión.

Si solo fuese por dinero, la mayoría lo dejaríamos, aburridos de tantos fracasos y frustraciones…Entonces ¿Qué nos impulsa a seguir apostando? Tal vez la emoción que lleva asociada la incertidumbre: esa posibilidad remota de ganar, frente a la más cercana y realista de perder. Queremos asomarnos al futuro con grandes expectativas. Desde aquel que apostó por David contra Goliat, saltándose las reglas de la lógica y del sentido común.

La fortuna, por lo general, anda seria y despistada, pasando olímpicamente de nosotros. A algunos, ni siquiera les dirige la palabra. Pero cuando te sonríe, ¡ah, cuando te sonríe la fortuna! Puedes acabar creyéndote el rey del universo y superior al resto de los mortales. De ahí, el riesgo de adicción que conlleva. Ganar aumenta la confianza, la autoestima y hasta la vanidad, muchas veces.

El problema de que "nos toque algo", es que no depende de nosotros. Es tan aleatorio e imposible de forzar (si es deseado) o evitar (si es indeseado) que solo cuando es inevitable o imposible, dejamos de sufrir y acabamos con la duda corrosiva.

Quizá dejamos demasiadas cosas al azar. Asuntos importantes, en los que subestimamos nuestro papel o nuestras fuerzas. Dejamos en manos del destino, o de la suerte o de los otros, aquello que con nuestra fuerza de voluntad, podría ser mejor o diferente. El azar reparte las cartas, pero somos nosotros los que tenemos que jugar, con mayor o menor habilidad, cada partida.

Cuando recuerdas a lo que jugabas de pequeño, te das cuenta de que has crecido en compañía de amigos. Respetando unas reglas acordadas de antemano. Ganando y perdiendo (o empatando) mientras ibas cambiando de metas y adversarios…Pero siguen apareciendo juegos nuevos. Momentos en los que tratas de agarrarte al presente, sin dejarte seducir por falsas promesas ni por sueños imposibles.

Puede que el dinero se gaste, se devalúe, no nos toque o no nos llene…pero al final, puede que el auténtico premio, solo consista en seguir jugando.

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