Mañana será una jornada de mucha reflexión en Cataluña. Y en el resto de España también. Puede que después de las elecciones, sigamos reflexionando todos, para ver como conseguimos salir del atolladero.
Con un Estado en bancarrota, pueden pasar muchas cosas. Tradicionalmente, el Estado ha sido sinónimo de seguridad, orden, estabilidad y control. Si es un Estado democrático, está sometido al imperio de la ley y su quiebra, implicaría darle la vuelta, como un calcetín, a todo eso. ¿Qué pasa en el mundo actual? ¿Qué está ocurriendo, exactamente? Nadie lo sabe, pero notamos que algo se está moviendo y, a veces, resquebrajando. Movimientos tectónico-políticos de gran calado, que pueden producir fracturas sociales desgarradoras. La convivencia pacífica, es una conquista que ha costado "horrores" conseguir y que no estamos dispuestos a echar por la borda. Pero debemos preguntarnos: ¿Cómo se logra y por qué se rompe, tantas veces? Nos sobran ejemplos, hoy en día, para investigarlo.
Las elecciones son un ejercicio democrático y aunque no estemos de acuerdo con el resultado, debemos acatarlo, al ser expresión de la voluntad mayoritaria de los ciudadanos. Podemos intentar cambiar esa mayoría de votos, pero jugando limpio y no queriendo adulterar el mandato de las urnas. Los catalanes votan quién les va a gobernar durante los próximos años y qué programa va a aplicar. Un programa que debe respetar la ley, en todo caso. No se puede presentar a las elecciones, nadie que defienda la violencia para conseguir sus fines, por ejemplo. Ahí ya no hay democracia que valga. Una cosa es prometer que se intentará modificar la Constitución, y otra muy distinta, pasar de ella.
Entonces ya entramos en terreno pantanoso. De imposición y choque frontal de unos contra otros. Por mucho apoyo que tengamos en la calle, hay que respetar la legalidad. La calle es, por definición, de todos, y también de los que están en su casa... excepto el día de ir a votar. Ese día, si no votas, aceptas el resultado que se produzca. Pero algunos que se llaman demócratas, solo aceptan el resultado cuando ganan.
Podría haber más jornadas de reflexión. Reflexionar va muy bien para entender las cosas, y también para entendernos mejor entre nosotros. La Rochefoucauld decía, que querer tener la razón a toda costa, es la forma más frecuente de perderla. Podemos discrepar en muchas cosas, pero debe haber un mínimo, en el que todos estemos de acuerdo. De lo contrario, no podríamos convivir en paz.
Es doloroso lo que pasa en Siria o en Gaza, en estos momentos. ¿Cómo se destruye un país de esta forma? La primavera ha dado paso al invierno árabe. Una sensación de frío nos invade, cuando vemos tanto dolor y sufrimiento, de personas como nosotros; con sus sueños y vidas destrozados por el odio... Todo ocurre de la noche a la mañana y viceversa. ¿Acaso nadie lo ve venir o prevenir? ¿Cuántos conflictos larvados nos esperan todavía?
Shakespeare escribió aquel bello monólogo de Shylock, en "El mercader de Venecia": "Soy judío ¿Acaso un judío no tiene ojos? ¿No tiene un judío manos, órganos, dimensiones, sentidos, afecciones, pasiones?..." Se puede poner "árabe"… y es lo mismo