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Crítica es libertad

Educación

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Una de las cualidades que define a una persona es el tipo de educación que demuestra tener. Un maleducado tiende a polucionar las normas de convivencia. Unos ejemplos ilustrativos. Todos entendemos que lanzar/exportar ventosidades corporales ante otros es una ofensa al prójimo cercano. Es una muestra de mala educación. Recuerdo una reunión en la sede del ICEX (Instituto de Comercio Exterior) en Madrid que transcurría de forma tranquila y adecuada pero que, de repente, fue interrumpida y sorprendida por la suelta de una ventosidad de origen desconocido que estalló en toda su grandiosidad. Lanzado el trallazo nada impidió la perfecta audición de aquel tremendo desahogo corporal: la sonoridad de aquella sala era perfecta. Ninguno de los asistentes levantó la cabeza ni hizo ningún signo de desagrado. "Very british". Tampoco nadie pidió perdón ("very spanish") y todos continuamos respirando como si tal cosa. El disimulo es otra gran muestra de educación.

Recuerdo otro caso similar sucedido en la Oficina Comercial de España en Copenhague. Convocada a primera hora de la tarde la reunión se produjo justo después de una comida que incluyó la ingesta de arenques y huevos adobados con una salsa autóctona muy peculiar. La mezcla de los ácidos estomacales produjo en uno de los reunidos un estallido con reminiscencias a azufre y a sulfuro de hidrógeno que pa' que les voy a contar (Aseguran que para ser plenamente educado debes adquirir la habilidad de transformar una estruendosa ventosidad en silenciosa y discreta "xilla").

Sin embargo, en algunas culturas, los desahogos corporales son muestras de agradecimiento. En una ocasión invitamos a un buen cliente nigeriano (de Onitsha) a comer a nuestra casa de verano. Justo después de acabado el postre el invitado creyó conveniente lanzar un rotundo eructo perfectamente audible. Alto y claro. En su cultura era una imprescindible demostración de agradecimiento por la comida a la que había sido invitado. Una forma de decir "tot ha estat molt bo, he menjat com un porc. Gràcies". En ocasiones el eructo no es un pedo que tomó el ascensor sino una forma expeditiva de mostrar agradecimiento al prójimo. Todo tiene que ver con una determinada educación.
Hace unos días se publicó una carta de una madre de Alaior que se quejaba por el trato que el colegio de su hijo le confería a ella. Después de haber rogado reiterada y encarecidamente que le mandasen los comunicados en la lengua común de todos, se los seguían mandando en un idioma, el catalán, que ella, española, no entendía. Lo consideraba, acertadamente, como una evidente falta de educación.

Recuerdo también una reunión de padres en un centro educativo de Mahón donde se explicaba el funcionamiento del curso en cuestión. Toda la charla se dio en catalán estándar. Al final de la misma, once de los cuarenta padres que asistían a aquel acto informativo solicitaron aclaraciones. Nueve de ellos preguntaron en castellano y dos en menorquín. La informadora comenzó a responder en castellano a dos de aquellos nueve pero al medio minuto se pasó otra vez al "barceloní". Sabiendo que Mahón es una ciudad mestiza lingüísticamente y que el castellano es también lengua legal es difícil entender la intransigencia de algunos que, independientemente del grado de competencia que puedan tener en su trabajo, solo transmiten muestras de mala educación. Las lenguas sirven exclusivamente para comunicarse mejor no para politiquear con ellas. ¿Cómo pueden pretender educar correctamente quienes hacen de la falta de deferencia y de la obsesión ideológica su dogma de vida? Sí, son problemas de educación. De mala educación.

Nota: En Mercadal se ha apoyado ahorcar la libertad del ciudadano con una soga totalitaria. Maquillar un acto en defensa del rancio "apartheid" lingüístico disfrazándolo de agradable festival musical gratuito es la única alternativa que les queda a los amantes de la imposición unidireccional. Una evidencia.

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