La última manifestación en contra de la corrupción y de la tasa de desempleo, que ya es lacerante, pinchó en Menorca con unos trescientos participantes.
Hay quien piensa que las manifestaciones cansan, y puede que tenga razón, los resultados no son inmediatos y los sindicatos están muy desgastados por culpa del bombardeo mediático que han sufrido (en ocasiones con datos falsos e interesados) y por unas cúpulas lentas y en exceso burocráticas que perdieron hace tiempo el pulso a la realidad y el contacto con la calle, se hace urgente la regeneración y la vuelta a los principios. Hecha la crítica creo que nadie debería alegrarse de la pérdida de fuerza de los sindicatos, quien así lo haga que eche un vistazo a la historia y se ponga a temblar.
Dicho esto les pregunto: ¿no cansa más el paro, la malnutrición infantil, la pobreza, los desahucios, la corrupción, los recortes en sanidad y educación, las privatizaciones, el abandono al que condenan a las personas con dependencia, el problema del transporte aéreo, la arrogancia e inutilidad de la casta política, el recorte brutal en derechos laborales, la subida imparable de los servicios básicos, el poder deshumanizado de los banqueros, la contaminación a la que someten al planeta, la falta de igualdad, la falta de democracia real, etc..?
Si es de los que piensa que todo lo anterior no cansa, perfecto no tengo nada que añadir. Si por el contrario es de los que opinan que sí, que todo lo anterior no solo cansa, sino que hace sufrir a muchísimas personas, le pregunto directamente ¿qué se puede hacer?.
Me atrevo a dar varias opciones a las que ustedes pueden añadir las que crean oportunas: resignarse, llorar, rezar, esconderse, criticar por lo bajini, tirar la piedra y esconder la mano, afiliarse a un partido político con opción de gobernar y de colocarnos, pedir la independencia, hacer sudokus, sentarse a esperar, mirar de lado, esperar la llegada de un amo bueno que nos trate bien, hacer magia, comerse las uñas, teñirse el pelo, intentar caerle bien a todo el mundo confiando en que nadie nos haga daño, emigrar a Islandia, cruzar en patera el estrecho hacia una economía emergente como la marroquí, opositar para antidisturbios y que los palos los demos nosotros, pedirle amablemente y por favor a los especuladores que no sean tan malos y nos dejen unas migajitas, suplicar no entrar en el próximo ERE, implorar por no caer enfermos, confiar en que nuestros hijos sean superdotados y consigan una beca, ir a televisión a contar nuestra miserias, esperar otros cuatro años para que nos den más de lo mismo, soltar cuatro tacos en la sobremesa con amigos y después irnos al fútbol, inflarnos a ansiolíticos, dejar de leer los periódicos y comprar solo revistas del corazón, protestar, proponer, denunciar, actuar hasta la irremediable desobediencia civil, aceptar pulpo como animal de compañía, correr, dormir con la esperanza de que al despertar todo haya cambiado, confiar en que sean otros los que peleen por mejorar las cosas, intentar ganar el rosco de Pasapalabra, etc.
Que cada uno elija su camino libremente, que ningún guru charlatán nos coma el coco, pero lo que está claro, queridos lectores, es que la cosa no está bien y aceptar que solo puede cambiar a peor es muy frustrante, y vivir frustrado es insoportable.