Puede que el verano de 2036 sea igual de caluroso que los anteriores, pero el calentamiento global por la emisión de gases a la atmósfera, hará que el agua nos llegue hasta los tobillos. El nivel del mar seguirá subiendo y los polos se derretirán como un helado en la playa de Son Bou. Solo quedarán unos cuantos pingüinos de muestra, en los zoológicos de última generación.
Tal vez el gobierno de turno apruebe ese año la XVI Ley de Educación y, gracias al trilingüismo, los alumnos baleares dominarán perfectamente el "cataespanglish". Superaremos el informe PISA, con garbo, y obtendremos unas puntuaciones altísimas en cálculo y comprensión lectora (especialmente de hipotecas). China ganará el mundial de fútbol, con lo que se pondrá de moda la filosofía oriental, que enseñará virtudes tan importantes y olvidadas, como la paciencia y el respeto a los antepasados. Las nuevas asignaturas: Economía Ética Globalizada, Comunicación Virtual Aplicada y Cocina Creativa Sin Fronteras, serán las optativas más solicitadas por los alumnos españoles.
Quizás Cataluña empiece a pedir la independencia de la Unión Europea, y el juicio contra Urdangarín y Torres, quedará visto para sentencia.
Es posible que vuelva a fluir el crédito, porque Menorca será un referente mundial en turismo de calidad y nuevas tecnologías. Habrá más de diez emprendedores por metro cuadrado, la Administración ya no será un obstáculo burocrático y viajar saldrá casi tan barato como quedarse en casa.
El mundo habrá cambiado por completo, con nosotros dentro. La medicina dispondrá de órganos de repuesto y células padre, que todavía no se sabe para qué sirven. Todavía no habremos acabado con la desigualdad, la injusticia o la violencia, pero no sufriremos por ello, porque en las farmacias podremos adquirir el "Pasotín Forte" con receta médica o pagando un módico precio. Sus únicos efectos secundarios, serán una ligera somnolencia y la risa floja cuando oigamos promesas electorales.
La ciencia habrá avanzado tanto que casi no podremos alcanzarla. Todo estará interconectado y los viajes espaciales serán cómodos y confortables. Estar en la luna ya no será una crítica. También podremos dar vueltas alrededor de la Tierra y comprender lo pequeños que somos, vistos desde allá arriba. Tan pequeños, que a alguno le provocará un complejo de inferioridad. Otros, en cambio, se sentirán superiores, por poder viajar en primera clase.
Aunque es arriesgado hacer conjeturas, podemos aventurar que nuestro paisaje vital habrá sufrido grandes transformaciones. Lo más resistente al cambio es la tontería humana, que nos seguirá acompañando a pesar de nuestros reiterados esfuerzos por erradicarla. Pero será una estupidez muy evolucionada. A su lado, la actual nos parecerá pueril e irrisoria.
En el verano de 2036, cuando no nos guste la realidad que vemos, nos colocaremos una de esas gafas de Google y seleccionaremos la opción: definir visión cromática. Y volveremos a verlo todo de color de rosa.