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¿Arde París?

Con su blanca palidez

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Acabo de escucharla en la radio. Siempre maravillosa. La canción de los Procol Harum "A whiter shade of pale" fue número uno en Inglaterra, y en medio mundo, allá por el verano de 1967. Lo recuerdo perfectamente: cuando aquella canción, que sonaba a Bach, lideraba los charts del "Melody Maker" (que junto al "New Musical Express" eran las dos referencias musicales de la música pop británica de la época) yo, entonces un tierno espárrago, estaba en Londres. El día que regresé a Mahón fue la primera canción que oí en la radio española. "En el fondo no vamos tan atrasados", pensé. Ya estábamos en el incipiente declive del franquismo.

La amiga y gran pianista Mari Quintana tocó en mi boda católica "Con su blanca palidez" (A whiter shade of pale) en el maravilloso órgano de Santa María. "Rock in the church". La partitura tuvo que traerse desde Madrid ya que aquí "no se hallaba".

La palidez es normalmente una señal que presupone enfermedad. La excepción la consideraron las capas sociales más altas de finales del XIX y comienzos del XX que la promocionaban de forma consentida. Aducían que una blanca palidez voluntaria mostraba la clase y la lánguida elegancia de sus mujeres en contraste con el moreno forzado de las féminas de clase baja que trabajaban al sol.

Estos días vemos como los territorios también pueden tornarse pálidos. Hoy toda Menorca ha empalidecido con la sentencia de Cesgarden. Si nadie lo remedia dos generaciones de menorquines pagarán durante los próximos treinta y pico de años las obsesiones de algunos: 44 millones de euros. Una magnífica herencia sin duda. "Something to remenber".

Pero los evidentes culpables de esa losa histórica, en lugar de empalidecer con elegancia e ingresar, silentes y compungidos, en un convento de clausura para penar su pecado de negligentes ilusos, se han acogido al descaro más puro. Tratándonos a todos de idiotas subidos intentan defender lo indefendible.

El PTI no fue consensuado con la sociedad menorquina. Lo decidieron, acordaron y aprobaron ellos, unos pocos. Fueron los que lo aplicaron de forma radical y los que han provocado ahora ese drama económico para nuestra Roqueta. Hágannos un favor: apresúrense a entrar en el convento. Venga, corran.

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