En los últimos tiempos estamos asistiendo a una auténtica invasión de pirómanos, y no me refiero a los que queman nuestros bosques desde Galicia a Mallorca, sino a los que con sus declaraciones públicas alimentan auténticos ríos de discordia y confrontación.
Los más peligrosos de está horda de incendiarios son los que se dedican a hacerlo desde su puesto de representación pública.
Se supone que un cargo público representa a toda la ciudadanía, no solo a las personas que le han votado o al partido que lo ha colocado a dedo, desde este supuesto los cargos políticos tendrían que ser exquisitos en las formas, abiertos al dialogo, proclives a la reflexión, receptivos a las propuestas, tranquilos ante las discrepancias, proactivos a una cultura de pacto y entendimiento, tendrían, además, que huir de la chulería, de la arrogancia, de la prepotencia, de la amenaza, del menosprecio a los contrarios, del autoritarismo y por supuesto de la mentira.
Pero mire usted por dónde nos encontramos de bruces con todo lo contrario, con declaraciones de cargos públicos encaminadas a tirarle gasolina al fuego, a escupir por la boca auténticas barbaridades que consiguen incendiar el ya revuelto clima social que estamos viviendo.
En este magma de dimes y diretes, de ruido incesante, se echa en falta la voz de la autocritica, es decir, de las personas que aún perteneciendo a un partido político levanten la voz de vez en cuando para manifestar su discrepancia con algunas actuaciones que llevan a cabo los políticos y gestores que les son afines.
Por más que se comulgue con las políticas de un partido a nadie le debería gustar que se destruyan pruebas que ayuden a investigar la corrupción, ni se debería ser partidario de tapar los desfalcos de dinero público vengan de donde vengan. Sin embargo la única respuesta ante estas situaciones es el silencio cómplice, o la ya famosa y cansina del "y tú más".
Decididamente, queridos lectores, la casta política no está a la altura de los ciudadanos a los que representan. Mientras algunas voces, que solo se representan a sí misma, piden dialogo y reflexión ellos se dedican a tirarse mierda en público y a taparse miserias en privado.
Que le den las vueltas que quieran, pero en un país donde uno de cada cuatro niños está teniendo problemas para ser alimentado con decencia mientras se inyectan miles de millones a los bancos las cosas no se están haciendo bien.
Y en este contexto de sufrimiento real para muchos de nuestros conciudadanos los miembros de la casta política no es que ignoren la Ética, es que ni tan siquiera alcanzan la Estética.
Por este camino van a conseguir la radicalización de las posturas, que la pobreza y la desesperación, a la que condenan a muchas personas, hagan que se pierdan las formas, que se instale un combate de sordos y que acabe explotando todo por los aires de muy mala manera. Porque el que juega con gasolina puede achicharrar a muchas personas, pero más pronto o más tarde se acabará quemando las manos, y que quede muy claro que la responsabilidad será solo suya y no de los que pasan hambre.