Leer, dice José Antonio Fortuny, es como el amor que surge del corazón y al que no le importan sesudas razones. «Provoca placer y no cuesta esfuerzo, fluye solo». Ocurre con todo lo espontáneo y urgente. Con nuestros instintos y sentimientos, pero también con esta maldita crisis, que fluye a borbotones. Claro que nuestros gobernantes no deben sentirse muy presionados por ella cuando se obcecan en dejar fluir nuevos problemas. Como esa prescindible Ley de Símbolos a la que ha desembocado el actual debate sobre el TIL y que no ha hecho más que enconar las posturas. Crear un problema donde no lo había.
Y así, la exhibición del lazo cuatribarrado en el Parlament copa las portadas. Mientras siguen convocándose huelgas en las aulas y las familias sufren como nunca los rigores de una crisis que solo el ministro Montoro cree ya superada. Y en esas desaparece Canal 9, víctima de una sangría de 1.200 millones provocada por el despilfarro y la corrupción de la época del ladrillo, y al gobierno de Valencia solo se le ocurre justificarlo porque «peor sería cerrar una escuela o un hospital».
Dice el Govern que eso no va a pasar con IB3, que aquí «es impensable» el cierre. Como si en Balears, en ese mismo mandato, no hubiera habido derroche ni ostentación. Como si las escuelas y los hospitales no hubieran sufrido ya las consecuencias de aquello. Como si los procesos contra Matas, Nadal, Cardona o Munar los hubiéramos soñado. Como si esa televisión que aún no ha logrado la anhelada vertebración entre islas no hubiera amontonado cargos y sueldos. Como si la función de un canal autonómico fuera gastar el dinero de todos retransmitiendo la Fórmula Uno y partidos de la Champions. Como si, entonces, nunca hubiera dado la impresión de amordazar a sus profesionales y convertirse en la voz de su amo.
Quien se escuda en una senyera o una televisión para no afrontar la realidad que tanto le aprieta olvida que, como decía García Lorca, «en la bandera de la libertad está el amor más grande de la vida».