Para alcanzar el crecimiento potencial en España deberían concurrir varios elementos, ninguno a descartar de entrada.
1. El Banco de España tendrá que adoptar medidas reguladoras efectivas para la normalización monetaria y así potenciar la demanda de inversión y de consumo.
2. No hay que intensificar más las reformas laborales que hasta ahora han provocado más desempleo en España. No obstante, es cierto, que con ello creció de facto y aparentemente la productividad laboral, a causa de la caída de los salarios y de las reducciones del número de trabajadores en las empresas.
Y 3. Sin descuidar inversiones en I+D+i, sería efectiva la práctica de medidas dirigidas a una mayor difusión y uso de las nuevas tecnologías, ya existentes, en el tejido empresarial, introduciendo alzas de productividad del capital; así como otras medidas destinadas a practicar los ajustes necesarios en los sectores llamémosles tradicionales de la economía española, como el automóvil y la construcción mediante la rehabilitación de viviendas, entre otros ejemplos y modalidades. Son importantes los parques tecnológicos y los viveros de empresas para estimular el espíritu emprendedor entre los jóvenes empresarios.
Si a ello unimos el tirón del crecimiento inducido proveniente de los países emergentes (China, India y Rusia, los magos de Oriente), así como de Estados Unidos, se podría rozar, dentro de un supuesto optimista, el crecimiento tendencial de la economía española, que fuera un cierto alivio para el alto desempleo hoy acumulado.
Los debates sobre reforma de impuestos tendrían que solucionarse y resolverse técnicamente, de acuerdo con cifras y según teoría fiscal basada en conceptos de función de superávit y de Renta Nacional de Alto Empleo, con sus hipotéticos efectos, fruto de modelos de simulación como los pioneros de Brown, Pepers, Blanchard, Blejer y otros; como el mío propio que elaboré para comparar la política presupuestaria de la Segunda República frente a la de la Dictadura de Primo de Rivera (J. Hernández Andreu, 1993).
La distinción entre el ciclo monetario y el estructural, ambos tipificados en el análisis económico y registrados empíricamente, a mi juicio clarifica el estudio necesario para el diagnóstico, así como para aplicar medidas adecuadas para ayudar a resolver esta depresión; además convendría que los políticos hicieran más caso a los economistas académicos.
Es importante preparar una reforma fiscal a establecer oportunamente para asegurar la equidad reformista y su aceptación por los contribuyentes. Para ello conviene recurrir al pacto fiscal, así como estudiar el circuito monetario con un enfoque empírico, augurado por Knut Wicksell y más tarde por John Maynard Keynes, con objeto de detectar bolsas de bases imponibles desconocidas por la autoridad tributaria.
Lo terrible para la sociedad española es el aumento desmesurado que ha experimentado el volumen de paro. Esta lacra social se irá rectificando de modo paulatino a medida que se registre la recuperación económica. Con todo procede distinguir entre el final del declive económico y los efectos sociales de este; o sea, el paro acumulado de modo alarmante en España. Pues bien, cuando hablo de recuperación me refiero al enderezamiento de la marcha interanual del PIB, que estimo se tendría que consignar, de darse las condiciones antes expuestas, en porcentajes positivos, pudiendo, por esa vía, crearse empleo, o, al menos, inicialmente, ir creándose las condiciones para ello.
Otra cosa es la absorción de la gran bolsa de parados que hay en España. En ello, además del crecimiento del PIB y del empleo que conlleva, intervendrá la evolución de la población activa. En el volumen de población en edad de trabajar intervendrá de facto la marcha del saldo migratorio, no en balde las fuerzas del mercado están procediendo a un reajuste laboral, que además contribuirá a un alza aparente de la productividad del factor trabajo. También serán determinantes otros factores como la edad que se fije para la jubilación, los resultados de la capacitación que adquieran los jóvenes para trabajar en nuevas tecnologías y otros extremos más aventurados para la predicción. La regulación de los contratos de trabajo debería inspirarse en principios y objetivos determinados para poder encauzar y salvaguardar salarios personalmente dignos, a pesar de los contextos histórico-sociales que padece la humanidad.
Por otro lado, debería contemplarse asimismo, también y especialmente, como variable explicativa y determinante de todo el proceso dinámico del crecimiento, al aumento de la productividad del capital, público y privado, generándose así más competitividad fecunda para la economía española en su conjunto. (Continuará).