Aquí, lo que importa, es que os la han metido doblada, hasta el fondo y sin un ápice de amor. Lo demás, es secundario. El pequeño Francisco Nicolás os ha dejado en ridículo en el enésimo capítulo de esta tragicomedia de estafadores y corruptos que es España. Cada vez que alguien le cita y acto seguido lo califica de embustero, farsante y vete tú a saber qué, no puedo más que discernir, quitarme el sombrero y aplaudir. Porque donde la mayoría ve a un muchachote malcriado y con ansias de poder, yo veo a políticos, empresarios y demás, que se presupone que están en la cúpula del poder o, al menos muy cerca, que han quedado como una banda de panolis. Retratados como pocas veces. Desenmascarada su incompetencia, su inutilidad y la de sus consejeros. Para mi lo grave no es solamente la mentira sino la facilidad con la que se lo han tragado.
Y no me vengáis con un escudo de ingenuidad. Porque el lobo, aunque se vista con piel de cordero, sigue siendo imbécil. No me creo que nadie dudase de un chaval de ojos claros y más pícaro que el Lazarillo de Tormes, igual que tampoco me creo que el amor cegase a Cristina en los chanchullos de Iñaki, ni me trago el miserable «lo siento» que soltó el otro día Rajoy en el Congreso de los Diputados cuando, oh, mon dieu!, descubrió que en su partido hay corrupción. Es imposible que las mentes tan privilegiadas que han ideado o han causado toda esta crisis, recesión lo llaman, mordieran el anzuelo del crío sin dudar ni un momento.
A estas alturas, para qué te voy a engañar, amigo lector, no entiendo que el personal se escandalice una vez destapado el fraude. Un país es la suma de las personas que en él viven y aquí, si nos repartimos en una balanza, el lado donde se ubican los farsantes se desborda. España es un país de pequeños Nicolases, de Bárcenas bastardos, de Urdangarines en potencia. Y de ahora en adelante ejemplos como el del chaval no nos tienen que extrañar, ya lo comentaba el otro día, si la impunidad que rezuman estos casos son el ejemplo que se encuentran mientras van creciendo.
A mi me parece muy bien que Nicolás se haya reído hasta del apuntador y lo que me sabe mal es que no hayan tardado más tiempo en cazarlo porque tendrían más temas con los que involucrarlo. Te confieso que he devorado cada noticia que ha salido publicada con fascinación, incredulidad y cierto punto de envidia porque yo a su edad ni me movía por estos saraos ni gozaba de una imaginación y una ambición semejantes. Pero en el fondo estoy tranquilo, no tengo ni la menor duda de que volveremos a leer sobre él. Y sino, ya te lo recordaré cuando llegue a ministro.
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